Imaginen, no imaginen
¿Pueden imaginar lo que hubiera ocurrido si el partido Boca–River hubiera habido conflictos? Lunas rotas, mobiliario incendiado, cajeros destrozados, heridos. ¿Se imaginan de qué hubiéramos hablado estos días? Se habría dicho que Sánchez era un chulo, un prepotente, un temerario. Que, con un 95% de riesgo según los pronósticos, había colocado a España ante un desastre insondable. Por presunción e insensatez. En efecto, fue una operación política de riesgo. Pero salió bien. ¿No se inventó la política para correr riesgos? Como los resultados desastrosos, que se preveían, han fallado, hay que pasar a otra cosa para desacreditar a Sánchez. No sea que, aún con dificultades, vaya sacando su programa adelante. Y hasta aquí, la imaginación. Ahora toca la realidad. O sea, nada de imaginar.
Para que el ataque contra Sánchez resulte más convincente que el del PP o Ciudadanos nada tan efectivo como recurrir a peleas internas. La fórmula, nunca falla. Proporciona titulares, artículos de opinión, tertulias, conspiraciones. Es más, siempre hay gentes del propio partido dispuestas a subirse a los discursos de la derecha. Los de derechas, cuando están en la oposición y en máxima debilidad, exigen fuerza y firmeza. Cuando están en el gobierno, para aplicar en Cataluña el artículo 155, Rajoy exigió que el PSOE apoyara su decisión con la amenaza de no aplicarlo si el PSOE dejaba solo al PP. Y, sin saber cómo, porque el problema es de otros, nos encontramos debatiendo entre la ruptura de España y la rotura del PSOE. Insólito. La derecha pide medidas duras para tapar sus problemas. Imita a la ultraderecha. La izquierda, por el contrario, debe buscar el acuerdo y el pacto, que es la forma democrática de resolver los conflictos. Así las cosas, si alguien trastoca las posiciones o es por confusión ideológica, o es por oportunismo ególatra o por una intencionalidad electoral. España no se romperá. Ya superó situaciones más desestabilizadoras con el terrorismo de ETA. El PSOE no se romperá porque, salvo la escisión comunista de los años veinte, nunca se ha roto y eso que ha pasado por malos, muy malos, tiempos.
Nada de imaginar. Estamos ante un debate que solo alienta el ruido. Para tratar de desalojar a Sánchez vale todo. Incluido los análisis sesgados de la irrupción de Vox en el Parlamento de Andalucía. No olvidar: quien ha perdido ha sido el PP. Son interesadas las versiones que atribuyen la presencia de diputados de Vox en Andalucía a las debilidades de trato con los independentistas de Sánchez. Ese es el discurso de la derecha. Vox no ha aparecido de repente, estaba. Actuaban agazapados en el PP, que Fraga uniera. Que obtuviera representación parlamentaria era solo cuestión de oportunidad. Un fenómeno similar, solo que desde la izquierda, sucedió con Podemos en las últimas elecciones europeas. De cero pasó a una representación sorprendente en Bruselas. Se habló entonces del desgaste del PSOE. Del desgaste del PP, se habla poco, cuando Vox es un problema del PP, no del PSOE. El momento para la derecha autoritaria ha llegado. Las inclinaciones populistas avanzan en el mundo. Es el resultado del miedo por los efectos de la crisis económica.
El Estado del Bienestar no se destruye por la emigración. Se destruye por las desinversiones y deslocalizaciones de las empresas, por el empobrecimiento de las clases medias, por la precarización de los empleos, por la competitividad obtenida con salarios bajos, por las debilidades sindicales, la corrupción política, la inhibición de los gestores en la cosa pública, la connivencia de estos con los intereses privados. En fin, por el incremento insultante de las desigualdades. Estos son los ingredientes para el ascenso de partidos de ultraderecha. No el “supuesto” antiespañolismo que se atribuye profusamente a Sánchez desde la derecha. Es táctica. Pero no debiera valer para los ciudadanos sensatos.