Los “tres de la derecha”, más los independentistas, han conseguido, según ellos, el objetivo loable de que los ciudadanos voten el 28 de abril. Olvidan, sin embargo, que esta era la opción lógica si no se aprobaban los Presupuestos. Yo mismo lo escribí cuando fue investido presidente Pedro Sánchez como consecuencia –¡no se olvide, no se olvide!- de una moción censura contra la corrupción del PP. La opción estratégica era evidente: llenar los Presupuestos Generales del Estado de medidas que favorecieran a los más débiles e imponer tributaciones mayores para los grandes salarios y tasas a las empresas digitales o a las operaciones financieras (Tasa Tobin). Se obligaba con esta maniobra a que los que votaran en contra tuvieran que explicar las razones de su negativa a aprobar unos Presupuestos sociales. Como los Presupuestos no han prosperado, con el voto en contra de nacionalistas y derechas, pierden los mismos y ganan los de siempre. Ahora bien, para esquivar esas explicaciones se ha desencadenado un ruido atronador de insultos y palabras de cartón-piedra que no debiera desorientar a los ciudadanos del fondo de la cuestión. Los Presupuestos de una Nación nada tienen que ver con las simpatías o antipatías de sus mandatarios sino con las propuestas económicas y finacieras que ayudan o castigan a los ciudadanos.
Pero para llegar hasta aquí ha resultado imprescindible en estos meses usar el lubricante de la crispación. Se ha llamado de todo al presidente del Gobierno de España, con desprecio supremo por las instituciones democráticas. Nunca se habían escuchado acusaciones tan fuertes, frases tan tremendas, resquemores tan hondos. La “técnica de la crispación” no es nueva. La empleó Aznar contra Felipe González. Después, Rajoy contra Zapatero. El objetivo de esta técnica consiste en crear un ambiente irrespirable entre los ciudadanos corrientes, es decir, ni políticos, ni periodistas, ni opinadores, ni tertulianos. Se trata de que la gente se harte de la política y una masa difusa y confundida no vaya a votar. Los resultados de Andalucía, que ha posibilitado la formación de un gobierno “de tres en uno” por la abstención de votantes de la izquierda, ha ayudado a planear importar el modelo al resto de España. Como es obvio en la “técnica de la crispación”, la patria es el último refugio de los granujas; la estabilidad presupuestaria que declaran imprescindible para la economía de España cuando gobiernan ellos, una estafa. Tampoco les importa las cuestiones internacionales y, por supuesto, los movimientos independentistas. Por cierto, a estos últimos lo que les beneficia es el barullo continuo o cuantas actitudes puedan denominar represión. El diálogo les provoca sarpullidos: no favorece sus intereses de agitación y crispación.
En la derecha ya sueñan con la fórmula “tres en uno”. Que el Sr. Casado es muy derechas, nadie lo duda. Que el Sr. Rivera, antes centrista, compite con Casado por el mismo caladero de votos, parece evidente. Hace el mismo discurso que Casado, solo que con distintas palabras. Y queda el último del trío, el partido que aún no es nada y que ha optado por el silencio. Cuanto menos se hable de sus propuestas, más confusión consiguen. ¿Son fascistas? ¿No lo son? Para quienes ansían un gobierno de la derecha importa poco. Lo que conviene es que la unidad trinitaria se vea natural y no rechazable. Vox, entre tanto, se mira en el espejo de Salvini, se sienten discípulos mediterráneos de Le Pen y adoran a Trump. El ciudadano ya dispone de pistas para saber lo que debe votar en las próximas elecciones generales: o la “Triada” de la derecha o la opción socialdemócrata. No existen vías intermedias.