Vergüenza
En el momento de iniciar este texto no puedo evitar pensar en la película de Berlanga “Bienvenido Míster Marshall”. Obstinadas, se acumulan escenas de la película que se asemejan a lo que está sucediendo en Toledo con algunos proyectos. Aunque dejaré la película y me centraré en el motivo del título.
El día 6 de marzo de 2019 se celebró en un hotel de la capital regional una reunión con el Sr. Roberto Polo. El enunciado de la propuesta era el siguiente: “Colección Roberto Polo, Centro de Arte Moderno y Contemporáneo en Castilla-la Mancha. Un puente hacia la modernidad”. Y un formato que probablemente no era el adecuado para un proyecto como el presentado.
Un grupo numeroso de invitados asistió al acto, callados, sumisos, cortados. Tal vez temerosos, tal vez indiferentes, tal vez de acuerdo con todo. Yo estaba que entre ellos sentí vergüenza. Sentí vergüenza por mí y por los demás. Tuve la sensación de que los presentes no estábamos a la altura del personaje ni de lo que allí se trataba, tanto para la complacencia como para la diferencia. El interviniente anunciaba la instalación en el edificio de Santa Fe, de Toledo de una parte de su colección de pintura contemporánea. Nada más y nada menos. Sentí vergüenza porque no respondimos, como toledanos, a las provocaciones del interviniente ni a los retos que planteaba. ¿Asistíamos con silencio receloso al espectáculo de un vendedor de feria o estábamos ante una iniciativa que puede cambiar la deriva de una ciudad que pierde a borbotones su identidad de siglos? Aunque escribámoslo con más épica para evitar la vulgaridad. ¿Nos encontramos ante Agamenón o ante Moisés? Si fuera Agamenón, sabemos que vendrán divisiones, rencillas internas, guerras estúpidas. Si fuera Moisés, sabríamos que él vería solamente la tierra prometida, pero habría dejado a sus puertas a quienes vagaron con él por un desierto incierto.
Toledo lleva años de espalda a la Cultura en idéntica medida en la que ensalza su patrimonio cultural. A más discursos enaltecedores, menos proyectos, menos inversiones, menos realidad cultural. Ni un Museo provincial, que merezca tal nombre, ha tenido la ciudad durante el siglo XX y lo que va del XXI. Y ahora, aparece un particular, un señor que confiesa que su filosofía personal consiste en devolver a la sociedad parte de lo que esta le ha dado -¿cómo no estar de acuerdo?- y que está dispuesto a que esa donación se materialice en Toledo, y nosotros permanecemos mudos. ¿Asombrados o desconfiados? ¿Cómo opinar con mesura de quién no se conoce y de lo que se ignora? ¿Somos capaces de calcular, de ser cierta la promesa, su proyección teleológica?
La instalación de una colección particular de arte moderno y contemporáneo en un edificio público, como es Santa Fe, en Toledo, debería desencadenar tal sucesión de acontecimientos como para transformar Toledo en una “Ciudad de la Cultura”. Un viejo sueño nunca realizado. Y no solo eso, propuso situar en la ciudad un centro de ópera y música. ¿Se ha contagiado el Sr. Polo del ambiente electoral del momento? De sí mismo dijo “que movía mundos”. Realmente, ¿ante qué estamos?
Los que han visto alguna obra de la colección comentan que son de mérito. Podemos imaginar un escenario de futuro que debería ampliarse hasta horizontes imprevisibles. Otras ciudades iniciaron el mismo recorrido hace años. Conocemos sus experiencias, sus aciertos y sus errores. Como el mismo Sr. Polo dijo: el futuro dependerá de los ciudadanos de Toledo. O sea, de usted, de mí, de quien no nos lea. Incluso de quien no le interese el arte, ni antiguo ni contemporáneo.