Sal gruesa
Las banderas a media asta y las corbatas negras parecían no interesar ya. Y tampoco los muertos y los contagiados. Ni siquiera el premio princesa de Asturias de la Concordia a los sanitarios iba a variar las intervenciones de la derecha. En el Parlamento solo se sentía la necesidad partidaria de acorralar al gobierno. No en vano se llevaba más de una semana – desde la famosa abstención negociada de Bildu - calentado el ambiente con rumores varios y agitando a la guardia civil. Se iba a votar la sexta, y última, prórroga del Estado de Alarma. Si pensamos en el bien común deberíamos felicitarnos, si, por el contrario, pensamos que la táctica de acoso hay que continuarla, entonces habrá que lamentar nuestras escasas posibilidades de futuro.
Sin haber entrado aún en la “nueva normalidad”, que va a ser dura y tremenda, continuamos en la “antigua crispación”. Nada ni nadie ha movido el discurso del PP y Vox, dispuestos a sembrar de sal gruesa los escaños, en calificación del nacionalista Sr. Aitor Esteban. Utilizando la pandemia y la reconstrucción, la concordia y el dialogo que ha pedido el presidente, le han respondido con descalificaciones. “No se cansa de mentir, deshonor, lenguaje cursi, supremacismo separatista, negligencia, vanidad, fanatismo, inmundicia, parásitos, fanfarrón de poca monta, el 8–M es la muerte, sucursal de narco dictadores”, son algunas de las expresiones utilizadas en el falso debate. Ah, y no vale la asimetría o la equidistancia que algunos pretenden. Y no, no todos los políticos son iguales. Unos agreden y otros los padecen.
Suponemos que la última prórroga del Estado de Alarma servirá para despejar dudas sobre las intenciones atribuidas al gobierno. No buscaba el Sr. Sánchez un cambio de sistema político; no buscaba establecer un modelo chavista, ni que las mascarillas fueran bolivarianas o españolas. La Constitución no se ha suspendido, como algunos planteaban. Habrá que aceptar que se ha utilizado un instrumento constitucional para combatir, por supuesto con errores, un virus imprevisible. Por cierto, lo del virus no es un “reality”, retrasmitido en directo para anestesiar a los ciudadanos. Ni un espectáculo para incrementar audiencias o lectores. Ni el peligro ha remitido por haber atribuido la gestión de las últimas fases de la desescalada a las Comunidades Autónomas.
Tras finalizar los discursos en el Parlamento - ¿por qué lo llamarán así? - he ido a ver su reflejo en los medios de comunicación. Poco o nada tenía que ver lo que se contaba con lo que se había dicho. Se hablaba de Marlaska, eso sí. Y mucho. ¿No habría que plantearse la necesidad de cambiar el periodismo en España? Durante las semanas que han pasado hemos podido leer bulos, titulares escandalosos, noticias manipuladas, desinformaciones intencionadas, desaforados libelos de profesionales trastornados. Medios de comunicación en modo populista. ¿Tiene que ser el periodismo instrumento de combate en lugar de bien público al servicio de la democracia? Pocos relataban el descorazonador discurso del Sr. Casado o el provocador de Vox. Ni una sola iniciativa ha aparecido sobre cómo afrontar la crisis económica o cómo recoger las mejores ideas de unos y de otros para sacar adelante España. Será que no toca.
Se ha concluido la última fase de la primera parte de la estrategia de desgastar al gobierno. Pero no se preocupen, la emoción continuará. Hace tiempo que la Oposición dejó de entenderse a sí misma como elemento clave de la democracia y de la convivencia. De construir, nada de nada. La estrategia consiste en golpear al adversario hasta que caiga por aburrimiento cívico. ¡Y los ciudadanos creyendo en la democracia parlamentaria y en los beneficios que puede traer a España!