Fue en Melilla donde Gonzalo Hernández Martínez aplicó sus ideas de izquierdas para transformar la ciudad. Y ocurrió en los años en los que la política era un compromiso colectivo con el futuro de España. Había que cambiar -salíamos de una dictadura- y lo mejor era empezar por las ciudades. Gonzalo, extremeño de origen, pero afincado en Toledo, fue por elección democrática alcalde socialista de Melilla desde 1983 a 1991. Un periodo corto para transformar una ciudad, pero que él aceleró sabedor de que los momentos de un proyecto nuevo habían llegado y no había que perder tiempo. En esos años los alcaldes modernizaron las ciudades y los pueblos. Llevaron agua, saneamiento a los barrios, iluminación, asfaltaron calles, construyeron Casas de Cultura, bibliotecas, hospitales, colegios. Eran necesarios. En Melilla además había que romper otras barreras. De ciudad sumisa pasó a ser ciudad participativa y activa. Melilla se transformó por el trabajo entusiasta de Gonzalo, entre otros.
En la mejor tradición ilustrada era maestro, logopeda, y más tarde en Tarragona se licenciaría en Educación Especial. Dos actividades que definen la personalidad de Gonzalo. Hombre de izquierdas, preocupado por los más débiles. Socialista que procedía del PSP de Tierno Galván, incorporó su bagaje político, humano y social al PSOE. Más tarde sería senador por Melilla y desempeñaría otras actividades para la ciudad. Era querido y respetado. Tanto, que en la ciudad planean dedicarle un espacio público que honre su memoria.
Tras aquella aventura comprometida volvió a Toledo. Vivía en Bargas y era militante de la agrupación socialista. Ocupó plaza en el colegio Alberto Sánchez, sin olvidar la política. Es más, le apasionaba. Era polemista dialogante, crítico disciplinado. Le inquietaba la deriva, en ocasiones torcida, del partido al que pertenecía. Creía en la defensa de los desfavorecidos y en la utopía de la izquierda clásica. Para eso se había unido al proyecto del socialismo democrático. Mientras estuvo entre nosotros se mostraba cálido y acogedor, con la experiencia sabia de quien ha participado en múltiples bregas. Bargas, Olías (su hermano Luis Miguel, fue alcalde), Mocejón y Toledo eran su entorno de acción.
Nos ha dejado. Ha fallecido en tiempos de un virus que todo lo convierte en anónimo e indiferente. Adiós amigo y compañero, también desde Toledo. Y desde aquí queremos que escuches los recuerdos de cuantos te apreciamos y te quisieron como un Réquiem laico y vibrante, resonando por los cielos de Extremadura, Tarragona, Melilla y Toledo.