Una obra descomunal
Se acaba de publicar en Castilla-la Mancha la obra descomunal de Francisco Javier Escudero Buendía, titulada Personas y personajes del Quijote. Pero antes de escribir sobre el libro y el autor, mencionaré al editor de tamaña empresa, Alfonso González Calero. Su trabajo continuado como editor ha hecho más por la Cultura y la identidad de Castilla-la Mancha que todos los discursos y muchas actuaciones sumados desde que se creara la Comunidad Autónoma. Durante años ha editado libros que profundizan en ese concepto, tan difícil de precisar, como es la identidad de un territorio, variado en sus semejanzas, disgregado por avatares históricos y agrupados por la Constitución de 1978. González Calero pertenece a la estirpe de editores que sobreviven al margen de los circuitos masivos de la edición y la distribución. No verán los libros de la colección Añil en las estanterías de los centros comerciales o de los supermercados de Castilla-La Mancha. Son libros para inconformistas con las versiones canonícas del Quijote, con las erudiciones copiadas una de otras y para gentes interesadas en conocer su propia historia. Estamos ante unas páginas de bronce que permitirán'comprehender'la obra de Cervantes con una visión más humanística, menos mítica. La investigación aporta materiales nunca empleados para adéntranos en la complejidad técnica y vital de la creación literaria de Cervantes.
El libro se organiza en tres tomos manejables, que pueden leerse de forma independiente. El autor 'ha fatigado' archivos, (Borges), para atisbar los orígenes seminales del Quijote y otras obras de Cervantes. Si creemos que el Quijote es una de las narraciones capitales de la Literatura Universal, la lectura del nuevo libro en tres volúmenes nos ayuda a “agrandar su grandeza”. Guiados por el autor descubrimos aspectos tan trascendentales como que muchos de los personajes de ficción de Cervantes existieron en la realidad con los mismos nombres y apellidos de la novela. Constatamos que esos nombres y personas dejaron rastros en ocasiones confusos; que vivieron en una época y en un territorio tan alucinante como debió ser “La Mancha” en los años posteriores a las guerras de las Comunidades. Una guerra civil, como aquella, dejó desajustes sociales y mentales que tardaron en desaparecer. Las hazañas de D. Quijote ocurrieron en realidad, aunque se convirtieran en ficción por la locura del personaje. Sabemos ahora que en el territorio perteneciente al “Común de la Mancha de la Orden de Santiago”, integrado por El Quintanar, El Toboso y Miguel Esteban, surgieron gran parte de los personajes ficticios de Cervantes. Sabemos del Toboso, “gran ciudad” según los vecinos, que fue un pueblo rebelde contra el orden y las costumbres de la época. Un lugar al margen de la ley y de las normas. Existió en estos pagos “el arquetipo de hidalgo manchego” que Cervantes convirtió en el alucinado y alucinante Don Quijote. También vivió Aldonza Lorenzo que, en la ironía caballeresca, se trasmutó en Dulcinea (la dulce Ana).
En un trabajo exhaustivo, el autor nos traslada a los inicios de un mundo primigenio que Cervantes inauguraba, uniendo ficción con realidad para hacer más brillante la ironía y sabiduría de sus obras. Tendrían que pasar siglos para que la estructura prodigiosa de su invención se reencarnara en la novela contemporánea y llegara a su cumbre en Latinoamérica con el realismo mágico. Solo nos queda una duda: ¿Cómo pudo conocer Cervantes con tanta precisión estos lugares, a las personas que en ellos vivían, sus hechos cotidianos, sus desmesuras vitales, sus rencillas, sus narrativas orales, sus usos nimios? ¿Cómo, hasta la aparición del libro de Francisco Javier Escudero Buendía, no habíamos entrevisto con la contundencia de los datos que, sí en el Quijote todo se convierte en ficción excelsa, lo es porque en la misma proporción fue realidad vulgar y cotidiana?