Nada ha sucedido como se deseaba, sino como es en realidad. La realidad de un país variado, complejo, difícil y, desde luego, de pacto y diálogo. Para quienes creen que la política consiste en conseguir acuerdos entre partidos, la razón electoral, en esta como en anteriores ocasiones en España, se ha puesto de su parte. Nada de invocaciones interesadas de listas más votadas, cuando esa regla, que se pretende ahora democrática, no ha sido aplicada ni en Comunidades Autónomas ni en Ayuntamientos ni en Diputaciones. Y es que, según ese discurso, sería como un traje a medida para que la derecha gobierne en todas las instituciones, empleando dos modelos a conveniencia, el de los pactos y el de las mayorías electorales. Táctica tramposa de actores oportunistas. El PP ha ganado, el PSOE está posicionado para formar un nuevo gobierno de coalición, el Parlamento es un tanto endiablado, y la marea que amenazaba con el éxito de la ultraderecha no se ha producido. De momento, la ultraderecha ha entrado en una fase desconocida.
En Cataluña ha ganado el Partido Socialista. Lo mismo ha ocurrido en el País Vasco. ¿Significa que la política que ha aplicado en estos territorios el gobierno de coalición ha sido adecuada? Al margen de valoraciones posteriores lo que emerge con nitidez es que el PSOE es el único partido en España capaz de articular una política de integración social y territorial. De nada ha servido el discurso divisivo de la derecha con estos lugares. Habrá sido útil en otros sitios, donde la tosquedad, zafiedad y crueldad de una consigna como la de que “te vote Txapote” ha podido remover emociones ignorantes y rencorosas, pero no ha acumulado votos suficientes para gobernar.
En cuanto a los discursos, conocidos los votos de cada cual, el PP y el Sr. Feijoó han vuelto a las andadas. Lo dicho por el Sr. Feijoó o es el discurso desesperado del candidato o es la continuación de una estrategia que deberá ser revisada en los próximos años. Ha obviado el Sr. Feijoó que el sistema español no es presidencialista. Que la Constitución diseñó un modelo bipartidista imperfecto con la idea de la integración en el proyecto común de España de dos territorios como son Cataluña y País Vasco. Según la Constitución los gobiernos tienen que recurrir al Parlamento para pactar, acordar y sacar adelante sus propuestas. Lo otro, lo de la lista más votada (que gobiernen los ganadores), apunta en otra dirección que es coherente con la campaña reciente y la actitud generalizada del PP de que lo que no sea su triunfo es ilegitimo y quiebra la cohesión social. Una vez más el Sr. Feijoó recurre a la técnica de la realidad inventada (no constitucional), en la que un gobierno que no sea el suyo creará inseguridad a empresas e inversores y será, en su deformación de la realidad, el único país donde el partido ganador no gobierne. Burda argumentación que solo sirve para anunciar los problemas internos que se presienten en la calle Génova.
Ciertamente no es un Parlamento fácil, pero tampoco lo fue el anterior y salieron adelante medidas y leyes progresistas que la derecha quería derogar. Y para reflexiones siguientes habrá que dejar el debate sosegado sobre el papel de los medios de comunicación en las largas precampañas y campañas electorales. Lo están reclamando ya profesionales serios, preocupados por el periodismo del futuro. Los medios de comunicación deben volver a encontrar su papel axial en la democracia. Debe suponer el destierro del periodismo de trinchera actual. En fin, la vida en España continúa casi igual.