PESESÍN - Grupo Areópago (1 de agosto de 2017)
“¡Hola vecinos! Me voy unos días de vacaciones y no me dejan llevar a Pesesín. Necesito vuestra ayuda para que le deis de comer (solo se le debe dar una vez al día). Dejo comida y cuadro para saber cuándo comió. Muchas gracias”.
Así comienza la historia de Pesesín, la estrella revelación de este verano. Pesesín ha saltado a la fama porque su dueña, una chica de 16 años, se marchaba de vacaciones y sus padres no le permitían que se llevara a su mascota. La joven no encontraba con quien dejar a Pesesín y decidió espontáneamente que fueran sus vecinos quienes le cuidaran. Todos respondieron de forma ejemplar, tanto que Pesesín estuvo de maravilla en el portal.
Esta historia, que no deja de ser anecdótica, pone de manifiesto que no somos tan malos como creemos. Que la buena voluntad existe y consigue poner de acuerdo a vecinos que seguramente ni se vean al cabo del día o de los meses. Quizás muchos de nosotros cuando lo hubiéramos visto pensaríamos: “¡Cuando vuelvas ya no tienes pez!” Así solemos pensar porque es previsible que suceda, en una sociedad en la que sólo parece predominar todo aquello que hace daño.
El buen comportamiento de los vecinos de Pesesín es un ejemplo de que la convivencia -la buena convivencia- es positiva. Un ejemplo de cómo se puede hacer feliz a los demás con un pequeño gesto, que no suponía acciones heroicas pero que logró que esta joven fuera feliz. En una comunidad de vecinos del siglo XXI la convivencia no es nada fácil porque no nos conocemos, cada uno estamos en nuestras casas y no nos importa lo que les ocurra a quienes están al otro lado de la pared. Simplemente no nos conocemos. A veces un pequeño motivo nos une y promueve la colaboración, la comunicación y la solidaridad mutua.
Pesesín, un pequeño pez, y una chica de 16 años nos han enseñado que la convivencia vecinal es posible y, además, muy sana.