MOYA, EL VERTEDERO DE LA SERRANÍA BAJA - Guiomar Argudo (19 de agosto de 2018)
Hace algunos meses, en la Cadena SER, el alcalde de Santa Cruz de Moya hacía alusión a la imposibilidad de ofrecer un buen servicio de limpieza y de recogida de basuras toda vez la localidad triplicaba y cuadruplicaba sus habitantes en épocas festivas como la Semana Santa o -ahora- el verano. Algo similar deben de pensar en el lugar donde yo me crié, Santo Domingo (pedanía de Moya), puesto que este verano hemos tenido que soportar botellas, plásticos, envoltorios, colillas, hasta el punto de verme obligada a salir con bolsas para recoger yo misma las basuras, con el Ayuntamiento y la Mancomunidad como convidados de piedra. El Alcalde de Santa Cruz no miente: estos pueblos reciben a mucha, mucha gente. Pero yo me pregunto, ¿no es responsabilidad de los poderes públicos prever estas situaciones y actuar en modo acorde? ¿Podrían las instituciones de lugares como Barcelona o Valencia, o incluso ciudades más pequeñas de la costa levantina justificar que se viva en la suciedad porque 'no han podido prever la llegada masiva de turistas y forasteros'? Si en Moya lo permitimos, permitimos también que nos consideren ciudadanos de segunda, esos que -como es un pueblo pequeño, sin recursos (¿sin recursos?, sin representantes que sepan explotarlos, mejor dicho)- como no se quejan, como no dicen nada, pueden ser maltratados y ajados hasta el punto de tener que convertirse en voluntarios de la recogida de la basura del otro.
El 16 de septiembre dará comienzo el Septenario de Moya, declarado de Interés Turístico Regional, y el momento que todos los de aquí esperamos paciente y no tan pacientemente durante años. ¿Quiere decirnos el Ayuntamiento que uno de los pueblos que componen Moya estará así, también en septiembre, cuando recibamos no sólo a los nuestros sino a tantos otros que vendrán a disfrutar de nuestra historia y de nuestras costumbres? Quiero pensar que no.