PACIENCIA DOCENTE - Eugenio Luján (6 de abril de 2021)
Llegó Filomena como impetuoso regalo de Reyes, y tendió su majestuoso manto nevado sobre la comunidad. Incomunicó ciudades, pueblos y personas, impidiendo que un gran número de trabajadores pudieran acudir con normalidad a su puesto.
Desde la Consejería de Educación no se les ocurrió otra alternativa que suspender las clases, pero con la necesidad de recuperar esos días lectivos perdidos. Sin caer en la cuenta de que la solución más inmediata y eficaz ya estaba lista desde septiembre, a falta de dar la orden para aplicarla. Porque fue desde su sancta sanctorum, desde esos despachos alejados ya de la tiza pero que dirigen los designios de la educación de esta comunidad, desde donde partieron las instrucciones de programar para este curso todas las asignaturas de cada departamento contemplando la posibilidad de tres escenarios: el presencial, el semi-presencial y el on-line (por si había confinamiento). Lo que, a la hora de programar, supuso triplicar por asignatura el trabajo en septiembre de los docentes.
Evidentemente que estaban previstos por si la pandemia se cebaba de nuevo, pero que -por estar ya todo programado desde inicios del curso-, en cuestión de horas el escenario on-line se habría activado en todos los Centros Educativos: y así, ni los docentes se hubiesen visto privados de dar sus clases, ni sus alumnos el recibirlas. Sin embargo, nadie perteneciente a ese sancta sanctorum de la Consejería de Educación se acordó de esas instrucciones que ellos mismos habían ordenado: ¿para qué, si podemos improvisar otras, y las acatarán sin rechistar? La recuperación de esos días lectivos no tiene su causa en la nevada, sino en una medida política de quienes no supieron activar las instrucciones que ellos mismos impusieron al inicio de curso, y que maestros y profesores habían desarrollado.
Estos días de pasión ha coincidido con la vacunación de los docentes. En Toledo se ha centralizado la de la mayor parte de los Centros Educativos de la provincia, y el final de semana ha sido caótico. Así como en Talavera funcionó de manera ejemplar, en Toledo el jueves se dejó de citar a los afectados; han estado toda la semana santa pendiente del móvil sin poder hacer planes por si llegaba esa citación; llamaban a compañeros para intentar dilucidar el criterio y así intuir para cuando su vacunación; un numeroso grupo de profesores tuvieron que solicitar en ventanilla esa citación que no llegaba, mientras el Sescam y la Delegación de Educación se achacaban las culpas del caos de ese día. Y cuando por fin se procede a la vacunación, en Toledo no registraron ni el lote ni ninguno de los parámetros contemplados en los documentos que todos aportaban.
Ambas circunstancias son nuevos ejemplos de esas desconsideraciones sobre los docentes, que aún deben agachar la cerviz ante la autoridad y dar las gracias por estar ya todos vacunados, sin ocurrírseles protestar por esos días de fiesta no disfrutados que se pierdan en el limbo de la inutilidad política. A lo que se suma aquella nefasta y dolorosa intervención -que aún duele- del más alto representante gubernativo, donde hace un año relacionaba la necesidad del confinamiento con más vacaciones para los docentes. Todos sabemos que de esto hay responsables concretos, pero la máxima responsabilidad es suya Sr. Page. Recordando a Cicerón, yo me pregunto: “Quousque tandem abutare, Page, patientia nostra?”
Eugenio Luján. Profesor de Secundaria