La gente lee las noticias y se pone nerviosa. Nos entran los siete males. Suenan las alarmas, aunque el ruido no tenga fundamento. Que lo tiene. Esta semana nos estamos merendando las neuronas con el gran espectáculo de recortes y despidos masivos que ha desencadenado, a modo de implacable huracán, el fundador y CEO de Meta, el todopoderoso Mark Zuckerberg, cuya cabeza nadie sabe cómo piensa pero cuyos actos desatan tormentas por el mundo como el sencillo vuelo de una mariposa a este lado de la vida. Los periódicos nos hablan de multimillonarias pérdidas, de once mil despidos, de bajones publicitarios y de ingresos y del “redimensionamiento” (peligroso palabro) de una gigantesca multinacional que sólo en este año ha perdido el siete por ciento de su valor.
Las macrocifras nos marean y nos asustan, pero sobre todo, en nuestro pequeño territorio, nos preocupa el “qué hay de lo nuestro”, o sea el megaproyecto del Centro de Datos que Meta se ha comprometido a construir en Talavera y que presentó hace meses ante el Gobierno de Castilla-La Mancha con unas expectativas espectaculares: más de mil millones de euros de inversión para construir un colosal complejo tecnológico que sería el cuarto de sus características en Europa y que crearía en torno a mil empleos durante la ejecución de la obra y otros 250 de alta cualificación de forma directa y estable a partir de su puesta en funcionamiento. Formidable inversión para una Talavera especialmente necesitada de grandes propuestas generadoras de empleo y que ha recibido con especial ilusión, aunque siempre con escepticismo, una iniciativa de estas características. Lo nunca visto en la ciudad, igual que las expectativas que ha provocado.
La pregunta ahora es si algún día realmente lo verá. Los titulares de los grandes medios internacionales arrastran muchas dudas y dejan el futuro en el aire. Qué terminará pasando. Tanto el Gobierno de Emiliano García-Page como el entorno de la alcaldesa de Talavera, Tita García, son voluntaristas en el optimismo y confían con mucha fe, y algunos datos, en la ejecución final de la obra, pero en el fondo reconocen que no saben qué podrá pasar. Parecen también estar anclados en el miedo. Por ahora, fuentes consultadas por nuestro periódico, aseguran que todo está activado y sigue en marcha, y que las reuniones técnicas de Meta con el Ayuntamiento talaverano se están produciendo con “intensidad, normalidad y periodicidad”, sin que nada haga pensar que el proyecto corre el riesgo de paralizarse. Ojalá sea así, lo contrario sería una decepción de enormes proporciones en una ciudad que ya ha tenido muchas en los últimos cuarenta años. Miramos la foto de Zuckerberg en los telediarios y nos echamos a temblar.
Y ahí estamos.