Ha nacido una estrella en la izquierda de Castilla-La Mancha
Hace tres años apenas le conocía nadie en Castilla-La Mancha, exceptuando sus alumnos de la Universidad de Talavera y la gente puesta al día de Podemos o próxima a esta formación. Sus resultados en las elecciones autonómicas de 2015, en la que encabezó la candidatura del partido morado para la Presidencia de Castilla-La Mancha, le convirtieron, contra todo pronóstico, en la llave del Gobierno y a partir de ahí sus decisiones fueron determinantes para el futuro del PSOE castellano-manchego en general y de Emiliano García-Page en particular. Y también para el presente y el futuro de Castilla-la Mancha. Su condición de catalán de nacimiento y de convencimiento no le ha impedido brillar políticamente en nuestra Comunidad, donde se ha consolidado como una nueva y gran estrella de la izquierda política regional. Hablamos, por supuesto, de José García Molina, secretario regional de Podemos y flamante vicepresidente segundo del Gobierno de García-Page.
Ninguna de sus primeras intervenciones en la tribuna de las Cortes autonómicas hacía presagiar que estábamos ante un potente líder filocomunista en Castilla-La Mancha. Y mucho menos que adquiriría en muy poco tiempo un poder y una influencia que no dejan de sorprender. Con tan solo un diputado acompañándole en el parlamento, con el que además no se lleva, ha logrado tener en jaque durante casi dos años al gobierno de García Page con el que pactó la investidura y en el que ha entrado finalmente por la puerta grande. No solo lidera su formación en Castilla-La Mancha, pese a los críticos, que los tiene a montones, sino que además se ha hecho con parte del Ejecutivo castellano-manchego asumiendo él mismo una vicepresidencia, colocando a una consejera y creando una estructura propia de cargos y asesores oficiales que le proporcionan poder e ingresos para el partido. Tiene cogido por donde más le duele al presidente, domina parte de su gobierno, maneja otra parte de los presupuestos generales y mantiene una cuota importante de poder en la radio y la televisión públicas y en otras instituciones. Y eso dentro del gobierno de uno de los barones socialistas que más se significó contra Pedro Sánchez por el empeño de éste en pactar con Podemos. Page ha tenido que tragarse algo más que el orgullo en este proceso tan singular que tiene perplejos a los analistas políticos de fuera y dentro de la región.
La notable ascensión de García Molina no solo se proyecta en Castilla-La Mancha. Los independentistas catalanes han festejado especialmente la visita de dos líderes políticos que ejercen en otras comunidades: La del etarra Arnaldo Otegui y la del izquierdista “castellano-manchego” García Molina. Allí se ha entrevistado con su homólogo de la Vicepresidencia de la Generalitat Oriol Junqueras y se ha retratado abrazado a la alcaldesa Colau. Ir a Cataluña a pedir democracia en nombre del Gobierno de Castilla-La Mancha, como quería en principio, hasta que Page le cortó de forma enérgica y eficaz, era ir en nombre de los castellano-manchegos; en nombre de una región que condena mayoritariamente el referéndum de Cataluña. Y era ir sobre todo contra Page, que se ha manifestado por activa y por pasiva a favor de la Constitución y en contra de la consulta ilegal catalana. Nunca ha habido compañeros de cama tan extraños como Page y el irresistible Molina, quien gracias a estas maniobras orquestales en la oscuridad se está haciendo un hueco en la política nacional y copa la vida diaria de la política regional.