La historia se repite a la izquierda del PSOE y ni siquiera la proximidad en el tiempo ha impedido que ocurra en el gobierno nacional lo que ya ocurrió en el de Castilla-La Mancha la pasada legislatura. La entrada de Podemos en el Ejecutivo de Pedro Sánchez ha partido en dos a su grupo de representantes. Las consecuencias son imprevisibles, pero el ejemplo de Castilla-La Mancha nos cuenta que podrían terminar en la nada electoral.
Tal como ha contado EL ESPAÑOL, la invasión de Ucrania amenaza con cobrarse su primera víctima política en nuestro país: la cohesión interna de Unidas Podemos. "No sabemos con quién negociar en Podemos porque están peleados, Ione Belarra y Yolanda Díaz no se hablan", constata el portavoz de uno de los partidos convertidos en socio preferente del Gobierno.
La posición del Gobierno español respecto a Ucrania y el aumento en gastos de Defensa han puesto en evidencia las discrepancias entre las dos cabezas visibles de la coalición Unidas Podemos: la ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra (secretaria general del partido), y la vicepresidenta de Trabajo, Yolanda Díaz, designada por Pablo Iglesias como cabeza de la lista para las próximas elecciones. La primera sigue las consignas de Pablo Iglesias mientras que la segunda se ha alineado con Pedro Sánchez.
En asunto de Marruecos sí coinciden en contra del presidente del Gobierno, pero eso no remedia el profundo distanciamiento que las separa.
Está ocurriendo lo mismo, salvando las distancias, que ocurrió en Castilla-La Mancha a raíz de la entrada de Podemos en el gobierno socialista de Emiliano García-Page, que dividió a los dos únicos diputados que el partido tenía en las Cortes regionales, uno de ellos vicepresidente del Gobierno. Las diferencias entre ambos venían de antes, pero el paso del tiempo, y sobre todo la presencia del partido en el Ejecutivo socialista, acabaron con cualquier posibilidad de acercar posiciones.
Igual que sucede ahora con Ione Belarra y Yolanda Díaz, les ocurrió la pasada legislatura en Castilla-La Mancha a José García Molina y David Llorente, que no se hablaban. El resultado del cainita enfrentamiento se vio en las elecciones autonómicas de 2019: Podemos dejó de tener representación en el parlamento castellano-manchego y Molina y Llorente desaparecieron del mapa político. ¿Pasará lo mismo con Belarra y Díaz?