Sin novedad en Palacio y una sentencia de encargo
Nos toman por imbéciles quienes afirman que en España la justicia es igual para todos en general, y que también lo ha sido en particular en el caso Noós, vulgo Urdangarín-Cristina de Borbón, con motivo de dictarse sentencia por la Audiencia Provincial de Palma de Mallorca. Incluso un funcionario complaciente con los deseos del poder, como lo ha sido en esta ocasión el fiscal Horrach, va más allá y nos dice que la Infanta nunca debió de sentarse en el banquillo de los acusados y que le ha perjudicado su condición de miembro de la Casa Real, que es tanto como decir que el juez José Castro ha prevaricado; sin embargo, su valentía para sostener lo insostenible no le da a este fiscal para atreverse a presentar una querella contra el magistrado instructor. Para más inri, incluso desde la Casa Real se nos dice algo obvio, que hay que respetar y acatar la sentencia, como si estuviera en nuestra mano hacer algo distinto; dicen eso mientras que desde los tres o cuatro teléfonos manos libres de un despacho imparten instrucciones para interponer los recursos ante el Tribunal Supremo, a ver si por el camino aparece algún defecto de forma, que evite a Iñaki Urdangarín el enojoso asunto de pasar unos años en prisión de lujo, pagado también por los contribuyentes. En los últimos meses, al igual que durante toda la instrucción judicial, todo el poder del Estado y las altas finanzas han conspirado, a fin de torpedear la causa para, como fuere, intentar librar a Cristina de Borbón del banquillo de los acusados. Se han dado situaciones insólitas, como un fiscal que en vez de acusar defiende a una imputada, al igual que la Abogacía del Estado, que se supone que estaba en el procedimiento para señalar los perjuicios ocasionados a la arcas públicas, y ha hecho algo parecido; como el papelón de la Agencia Tributaria, validando como buenas unas facturas falsas, cuando cualquier pequeño empresario sabe la que le puede caer si se atreve a presentar documentación simulada. Pelillos a la mar todo lo relativo a la administración doméstica, y a la ficción de una sociedad familiar partícipe del saqueo.
Ya intentaron que Diego Torres, socio de los hoy ex duques de Palma se comiera el marrón, y de ahí toda aquella colección de correos que se publicaron y que, por si no hubiera pruebas suficientes, dejaron a las claras la sociedad mafiosa, y el respaldo a su actuación por parte de la Zarzuela, así como el compadreo que existía en comunidades autónomas y ayuntamientos de grandes ciudades para otorgar contratos sustanciosos al yerno del rey, en la mayoría de los casos por enviar por fax dos o tres folios copiados de Internet acerca de la bondad del fomento del golf o las carreras de caballos. Daba igual, el “estudio” iba después a la papelera; de lo que se trataba era de contribuir, con dinero de las arcas públicas, a que la “augusta pareja” llevase un tren de vida acorde con su condición, es decir, que se pudiera codear con los muy ricos del mundo, vivir en una exclusiva mansión en Pedralbes, disfrutar de grandes lujos y privilegios, y, para mayor burla a los sufridos españoles, aparecer ante la opinión pública como generosos mecenas del deporte, sensibles además ante el sufrimiento de minusválidos o las victimas de cualquier desastre.
Para sorpresa de cuantos conocen algo de la causa judicial ahora sentenciada, incluso para el fiscal Horrach, han quedado fuera, y por tanto absueltos varios políticos y altos cargos procesados, al dejar fuera las magistradas las tropelías y desfalcos de las arcas públicas realizados en Valencia y Madrid, por la banda dirigida por el cuñado del rey. Esa y no otra es la razón por la que las penas a las que finalmente han sido condenados Iñaki Urdangarín, Diego Torres y otros encausados, no llegan con mucho a las peticiones realizadas por Fiscalía y acusaciones. El ilícito penal que era el meollo de la cuestión, y que estuvo desde el inicio de la investigación, el posible delito de malversación de caudales públicos, resulta que apenas ha sido valorado por las magistradas de la Sala. Casi todas las penas han sido aplicadas en su grado mínimo, con la más que dudosa atenuante de reparación del daño causado, al tiempo que, en los casos de Valencia y Madrid, se absuelve a los acusados, de los delitos de falsedad en documento mercantil, tráfico de influencias, fraude, estafa y malversación.
Para que no oliese muy mal todo lo relacionado con la esposa de Urdangarín, la han condenado a la multa de 265.088,42 euros, pero sin decir a qué se la condena, y haciendo mención a esa figura penal de moda, la de responsable a título lucrativo, muy acorde con estos tiempos de posverdad en los que vivimos. Esta suerte de sortilegio legal fue el que llevó a ese zascandil de la política y las finanzas, un tal Miguel Roca, a exclamar que estaba levitando de contento al conocer la sentencia. En consecuencia, el tribunal ha tenido que absolver también a la esposa del socio de Urdangarín, por aquello del principio de igualdad en el trato procesal.
Para terminar bien esta faena de aliño, dicho en términos taurinos, se ha aprovechado para apuntillar al seudo sindicato Manos Limpias, y que era la única acusación que mantenía que la infanta debía ser juzgada y condenada. La condena en costas, muy gravosas por los altos honorarios del holding de letrados defensores, supone un varapalo muy severo. La casualidad, o no, quiso que aparecieran los trapos sucios de este grupo de presión, dedicado desde hace muchos años a eso que se llama en los juzgados oficio de querulante, y se puso la sombra de la duda sobre toda la actuación de la abogada de este peculiar sindicato. No ha tenido en cuenta el tribunal que, al margen de las motivaciones turbias de la asociación acusadora, el trabajo de la abogada ha sido ajustado a derecho y no fue por su voluntad que la Infanta se sentó en el banquillo, si no porque el magistrado-juez de instrucción, y la propia Sala, al no admitir en su día las peticiones de la defensa, estimaron que debía hacerlo, al existir indicios más que razonables de conducta delictiva.
No mucho más es lo que se puede decir, diferente de los muchos análisis que se han hecho desde todos los puntos de vista, si bien voy a aventurar, y no hay que ser adivino para hacerlo, que el precedente que se ha sentado es terrible y que tendrá consecuencias. Ni siquiera se lleva a efecto la entrada en prisión de ninguno de los acusados, además de permitirse, a un condenado por graves delitos, la posibilidad de residir fuera de España, con el solo requisito de presentarse una vez al mes en un tribunal de Ginebra, hasta que en su día se resuelvan los recursos por el Tribunal Supremo. La imagen de la justicia, que había evolucionado de modo positivo en los últimos tiempos entre la ciudadanía, vuelve a estar por los suelos, al constatarse que los poderosos al final son tratados de modo diferente; y, por si no fuera suficiente, tampoco los condenados por el caso de las tarjetas black, Blesa y Rato entre ellos, van a ingresar en prisión, seguramente en aplicación del reciente precedente. Tampoco creo que la imagen de la Familia Real, a pesar de todos los cortafuegos que han querido cavar, salga con bien de todo esto.
Las babas expelidas durante estos cuarenta años de monarquía, por parte de políticos, banqueros, periodistas y cortesanos en general, a la hora de elogiar las virtudes de los miembros de esa familia, sus consortes y vástagos, daría para llenar unas cuantas piscinas olímpicas. Apelo a la memoria de los lectores para que recuerden los elogios que recibía aquel otro yerno, de nombre Jaime de Marichalar, al que se le atribuían grandes conocimientos en economía y otras muchas ciencias, por lo que hubo importantes empresas que lo colocaron en su consejo de administración con sustanciosos emolumentos, con la única obligación de asistir a algún que otro cóctel, por aquello de da mucho postín contar con la presencia de un aristócrata casado con una infanta. Una vez que dejó de ser consorte se le acabaron las bicocas, y quedó meridianamente claro que, salvo conducir un patinete por la calle Serrano madrileña y lucir ridículas indumentarias, poco más daba de sí el padre de Froilán, otrora sabio de las finanzas y los seguros. Tampoco es manco el enchufe de la ex mujer del citado, Elena de Borbón, con una remuneración anual de 200.000 euros de la Fundación Mapfre, y todo por acudir un día al mes a la sede de esta entidad en el Paseo de Recoletos; claro que sería mejor que acudiera menos, pues cada desplazamiento de un miembro de la Real Casa nos sale por un pico en asuntos de seguridad; también aquí nos toman el pelo, pues los conocimientos de la Infanta mayor en materia de arte deben de ser parecidos a los de un alumno de preescolar.
Algo parecido a lo anterior habría que decir del alto cargo, también generosamente retribuido por la Caixa, ocupado por la ahora declarada inocente, Cristina Federica de Borbón y Grecia. ¿Alguien se cree que la Infanta, la de “no sé” y “no me acuerdo”, trabaja en asuntos que justifiquen su fabuloso sueldo? Más bien nos inclinamos a pensar que en la actualidad disfruta en Suiza de una beca de lujo para no hacer nada, lejos del mundanal ruido, y que incluye vivienda de alto standing. El resto de los gastos, como la numerosa escolta policial española, los pagamos entre todos los contribuyentes. Desde la propia Casa Real parece que han filtrado que algunos gastos, como el carísimo colegio de los niños, corren a cargo del Rey emérito, léase el padre de la Infanta, pero tras conocerse los entresijos del escándalo de Barbara Rey ha quedado claro que de su peculio, el nieto de Alfonso XIII, no suelta ni chapa; por lo que nos tememos que, como en muchos otros casos, los gastos que permiten a los ex duques de Palma seguir con su status de ricos millonarios, son abonados con cargo a ciertas partidas de euros opacas, de las cloacas del Estado. El “empleo” es un favor pedido en su día desde el palacio de la Zarzuela, muy barato para la Caixa, pues a cambio, el topoderoso Isidro Fainé, supernumerario del Opus Dei y monárquico de toda la vida, pasó a tener aún más ascendiente sobre la Familia Real. En correos poco divulgados del caso Noós Iñaki Urdangarín habla del gran preboste de la Caixa como de su segundo padre.
Los tiempos cambian la naturaleza de las cosas y nada es igual que ayer; pero en este país, y en particular en todo lo que tiene que ver con Palacio se repite la misma farsa contada por Valle Inclán, entonces con la monja Sor Patrocinio y el padre Claret aconsejando a la reina Isabel en asuntos de política y finanzas. Ahora nos hemos refinado y ahí están el Opus Dei y Roca para sacar del atolladero a esta Infanta Cristina, muy digna sucesora de aquellas dos regentes de igual nombre. También en otros tiempos era obligatorio para la prensa diaria la inserción de un parte oficial, en que se informaba que el Rey y la Reina, el Príncipe de Asturias e Infantes, así como las demás personas de la Augusta Real Familia, continuaban sin novedad en su importante salud. Después de esta sentencia parece que sí, que todo va bien.