Page mueve ficha
Hace unos días criticaba en este mismo periódico (“No lo está haciendo”) la incapacidad del presidente García Page para desbloquear la compleja situación política que traviesa Castilla-La Mancha. Finalmente, en lo que algunos llaman un nuevo ejercicio de “equilibrismo político”, el presidente ha movido ficha. El problema es la casilla en la que ha situado la ficha. Entra dentro de la lógica política que un gobernante busque alianzas con otros partidos políticos cuando sea necesario. Así ha sido siempre y así seguirá siendo. No comparto las críticas furibundas de algunos, que le recuerdan a los socialistas las barbaridades que han dicho estos meses sobre los dirigentes de Podemos. La política tiene estas cosas, que lo mismo te acuerdas de la madre del consejero de turno en un agrio debate y, a su término, te alicatas un pincho de tortilla junto a él en la cafetería. Los ciudadanos merecemos debates intensos, y no debe asustarnos esa tira y afloja de ideas y propuestas.
El problema de fondo del acuerdo PSOE-Podemos en Castilla-La Mancha es lo que representa Podemos, que no puede ser tratado como un partido normal, porque no lo es. Hace tres años, Pablo Iglesias dijo: “Quien se dio cuenta de eso -que la Constitución del 78 supuso el mantenimiento de las élites- fue la izquierda vasca y ETA”. Es decir, que la banda terrorista ETA es la que realmente entendió que la Transición fue un candado, según Iglesias. El mismo que lidera un partido formado por personas que se enriquecieron trabajando en Venezuela a la sombra de Hugo Chávez, tras cuya muerte amaneció Juan Carlos Monedero “con un Orinoco triste paseándose” por los ojos. Quizá por eso, la portavoz del partido, Irene Montero, condenaba esos días “todas las violencias” de Venezuela, equiparando a los presos políticos con los paramilitares financiados por el Gobierno. Se parece mucho, ¿verdad?, a las excusas que ponía la izquierda vasca –a la que elogiaba Iglesias- para no condenar los atentados terroristas de la ETA. Y podríamos poner muchos más ejemplos sobre las incoherencias de Podemos: la asistenta a la que Echenique no pagaba la Seguridad Social, el asalto de Rita Maestre a una capilla al grito de “arderéis como en el 36”, los tuits antisemitas de Zapata, los extraños tejemanejes inmobiliarios de Espinar el de la Coca Cola, etc. Pero estas cosas son menos importantes.
Lo grave de Podemos es que quiere cargarse el régimen de convivencia de los españoles, hacer saltar por los aires todas las estructuras institucionales que los españoles no dimos hace 40 años para ganar el futuro, violentar aquellos acuerdos patrióticos entre la derecha y la izquierda e instaurar en su lugar una suerte de democracia participativa muy poco democrática. Y ese es el partido que, si nada lo impide, cogobernará Castilla-La Mancha.
El error de García Page no es mover ficha, insisto, que en eso consiste la política. El problema es que ha puesto esa ficha, que es el futuro de los ciudadanos de Castilla-La Mancha, en la casilla equivocada, la de un partido que lo que quiere es cargarse el tablero.