Huelga de trincheras
¿Es la corrección política una amenaza para la libertad de expresión? Es el tema que abordarán estudiantes de 22 instituciones públicas y privadas en la XIII edición del Torneo Universitario de Debate que se celebrará el próximo fin de semana en la Universidad Francisco de Vitoria de Madrid. La pregunta no puede ser más pertinente en esta semana en la que se conmemora el Día de la Mujer.
Hay un consenso evidente, basado en la verdad de los hechos, en torno a las desigualdades que aún existen entre hombres y mujeres. No es el lugar de desgranar datos y estadísticas en las que, con contadas excepciones, todos podemos sentirnos representados. Sin embargo, la huelga convocada para este jueves no pone el acento en la equidad, sino que va mucho más allá y plantea, como origen del problema, “la apropiación patriarcal” del cuerpo de las mujeres. En el manifiesto de las asociaciones feministas que convocan la huelga se llama incluso a “la lucha ante la alianza entre el patriarcado y el capitalismo”, que, dicen, quiere a las mujeres “dóciles, sumisas y calladas”. Respecto a la cuestión identitaria, afirman: “La educación es la etapa principal en la que construimos nuestras identidades sexuales y de género y por ello las estudiantes, las maestras, la comunidad educativa y todo el movimiento feminista exigimos nuestro derecho a una educación pública, laica y feminista”. Además, responsabilizan de casi todo mal “al neoliberalismo salvaje que se impone como pensamiento único a nivel mundial”, afirman que “las guerras son producto y extensión del patriarcado y el capitalismo” y concluyen en mayúsculas: "¡NOS QUEREMOS LIBRES, NOS QUEREMOS VIVAS, FEMINISTAS COMBATIVAS Y REBELDES!"
Las firmantes de este manifiesto están en su perfecto derecho de defender estas ideas. Pero, con igual vehemencia, habrá que respetar a las mujeres y a los hombres que no compartimos esa mirada ideológica. Porque ese manifiesto es netamente ideológico, responde a una mirada concreta sobre la realidad, utiliza códigos que provienen de un determinado espacio político. Podríamos incluso debatir si alguna de las afirmaciones que se realizan en ese documento están objetivamente equivocadas. Así lo creo. Pero no hace falta llegar ahí. Baste con que las firmantes de ese manifiesto y la sociedad en su conjunto admitan disensiones.
En su preclara obra Arden las redes, el periodista Juan Soto explica cómo es ese proceso en el que, por miedo a ser lapidado en la plaza pública de las redes sociales, las personas con ideas contrarias a las defendidas mayoritariamente en esos espacios se ven obligadas a la autocensura. Y eso es exactamente lo que está pasando estos días en España. Quien, compartiendo la necesidad de trabajar para favorecer la igualdad entre hombres y mujeres no quiera sumarse a las respuesta ideológica de las convocantes de la huelga, se ve abocado al silencio. De no hacerlo, será ajusticiado, insultado, menospreciado, excluido del gran consenso social de lo políticamente correcto.
¿Qué pasa con los que creemos que, en términos generales, las identidades sexuales no se construyen? ¿con los que pensamos que la igualdad debe conseguirse trabajando de la mano hombres y mujeres y no excluyendo a los primeros? ¿qué ocurre con los que creemos que, precisamente, es el libre mercado donde más se puede trabajar en pos de la equidad? ¿dónde debemos escondernos los que consideramos que ese lenguaje belicista solo servirá para perpetuar el problema y no para combatirlo? ¿qué ocurre con los que creemos que el principal problema pasa por concienciar sobre la necesidad de equiparar las cargas domésticas? ¿o con los que creemos que el Estado debe invertir en fomentar políticas de natalidad? ¿incluso qué pasa con los que comparten una parte de un discurso, una parte del otro y otra parte de un tercero? Salirse del tiesto en esta causa es peligroso y hay que ser muy valiente para hacerlo.
Por eso, es tremendamente importante que se de publicidad a otro manifiesto que se ha hecho público esta semana y en el que mujeres como María San Gil, Ana Grau o Teresa Giménez Barbat muestran su “inquietud ante una corriente de opinión supuestamente feminista que pretende hablar en nombre de todas las mujeres, imponerles su forma de pensar y retratarlas como víctimas de nacimiento”. En su documento, se rebelan “contra esa política de identidad” que aprisiona a las mujeres, afirman, “en un bloque monolítico de pensamiento que niega la individualidad”. Y concluyen: “El 8 de marzo conviene celebrar que la gran mayoría de las mujeres en España somos libres para elegir carrera profesional, trabajo y tipo de vida”. Sus palabras no han hecho tanto ruido porque escapan al control de lo políticamente correcto.
Muchas mujeres harán huelga este jueves para pedir igualdad de derechos. Pero estaría bien que releyeran el manifiesto que lo convoca y sean conscientes de a qué otras cosas están dando su apoyo.