El Alcaná

La Asamblea de Podemos

15 mayo, 2017 00:00

Cuando me propusieron moderar el debate de los tres candidatos de Podemos en Castilla la Mancha, pensé lo mismo que Astérix y Obélix cuando decían aquello de “están locos estos romanos”. No me ha gustado nunca meterme en la vida interna de ningún partido, y menos ahora de Podemos o la nueva política, que de nueva tiene lo mismo que una nube en el cielo. Sin embargo, al ser un debate, constituir un movimiento digno de estudio y haber dado zapatazo al Gobierno con los presupuestos, la noticia estaba ahí. Y no hay nada peor para un periodista que huir de ella cuando te salta a la cara. Además si alguien ha sido crítico con Podemos desde el inicio de los tiempos he sido yo. Así que cogí el petate y me fui a la Sala Thalía. No sé, lo mismo me daban una vuelta en el Trambus igual que en el trenecito de Zocodover. O me encontraba los millones de Venezuela bajo el taburete.

Lo que vi fue una asamblea importante, numerosa, aunque la sala no estaba llena. Molina lucía camisa blanca y vaqueros, a lo Pedro Sánchez, pero por fuera; Llorente iba con su jersey gris, negro y pistacho; y Barredo, negro sacerdotal fatuo. Compartiendo la tarea de la moderación estaba mi compañera Carolina Sánchez, de La Tribuna, que me encantó porque tampoco le temblaba el pulso a la hora de dirigir el debate. Dividimos la cuestión en tres bloques, sabiendo de antemano que la chicha iría en el primero. Zampamos la ruptura del pacto y el no a los presupuestos nada más comenzar. No voy a repetir los argumentos ya conocidos de Llorente y Molina; Barredo, al que no había escuchado antes, dijo que había existido injerencia de Madrid. Lo que sí pude ver, comprobar, palpar, notar desde el taburete de privilegio que ocupaba es la sensación abrupta, la ruptura fría, a cuchillo, entre dos personas que forman parte de un mismo grupo parlamentario y que parecían hablar desde distintos lugares de la bancada. Tengo la impresión de que David y Molina hablan poco, por no decir nada. Sólo al final del debate hubo un atisbo de autocrítica en Llorente, al reconocer que se había pasado los últimos días con sus manifestaciones sobre el secretario general. Le pregunté directamente a David si era cierto que se enteró una hora antes de lo que debía votar. No contestó. Dijo que si Molina no cumple y no consulta a las bases, cómo podían exigir luego al Gobierno garantía de sus compromisos. “Si Molina no cumple, cómo va Page a cumplir”. A lo que Jose preguntó “qué te ocurrió en esos cuatro días para cambiar de opinión e ir a decirlo a la prensa”. Fernando decía que de todo se enteraba por los papeles, como Felipe González.

La prensa fue también caballo de pelea en la contienda. Mi querido LOC, que estuvo en Radio Toledo una época compartiendo micrófono con Antonio Illán, se preguntaba por los amos de los medios y sus intereses. Estos que ven la confabulación en la espesura negra y sórdida del aire que respiran, que piensan que los hilos de la trama están tras la decisión última de retirarles el café con leche antes de tomárselo, me producen cierta ternura. Molina dijo que la relación de Podemos con la prensa era buena, pero no tanto la de la prensa con Podemos. Hay que dejar al mensajero descansar y hacer su trabajo. Lo demás es propaganda y órgano de difusión.

El último minuto fue la pica en Flandes que puso Molina en el debate. Hizo subir a sus compañeros de candidatura para gritar unidad y sí se puede. Barredo dijo entonces que aquello era “tú deshaces podemos”. Llorente terminó su turno volviendo a llamar a las bases. Paso por alto muchos minutos donde sobre todo David y Fernando se centraron en el modelo de partido y funcionamiento. Me pierdo entre el consejo ciudadano, el comité de garantías y el foro de participación. La burocracia excesiva es la mejor manera de que nada funcione. Y si miramos tan hacia adentro y durante tanto tiempo, la realidad se difumina. Gloria Elizo salía escamada por ello. A mí se me venía a la cabeza una vez más La vida de Brian y el Frente Popular de Judea.

Mi Guillermo de Basckerville no las tiene todas consigo, pero es el único que articula un discurso y una estética lo más parecido al Podemos de Madrid y Pablo Iglesias. Se gusta, se quiere y se sabe bonito; la cámara lo adora y por eso va de blanco, igual que un niño de Primera Comunión. Su discurso es más blando que el del Coletas, aunque ha llamado mafias a todo un Gobierno; da gusto hablar con él, aunque a veces uno crea que está ante un psicólogo argentino y la levedad del ser. Tengo para mí que, gane quien gane, habrá contactos nuevamente con la Junta para sacar las cuentas adelante. Emiliano anda ahora esta semana con sus idus de mayo, en otra pelea interna que a uno le lleva a pensar hasta qué punto es buena la discusión entre hermanos si no conduce más que a la división, la escisión o la melancolía. Una dirigente socialista me lo reconocía esta misma semana. Las primarias y los asamblearismos los carga el diablo. Rajoy se leyó a Tocqueville y le convenció. La democracia representativa es tan válida o más que la directa. Ahí están la operatividad y los hechos.

Yo, por mi parte, voy a mirarme un rato por ver si tengo síndrome de Estocolmo. Ea.