El desfile y la novia morena
Guadalajara acogió el sábado el Desfile de las Fuerzas Armadas para celebrar la festividad de su patrón, San Fernando. La ciudad estaba espléndida, sol radiante, banderas en los balcones y atiborradas las calles de gente. A mí me subieron a la tribuna de invitados junto a Antonio Pérez Henares. Ir con Chany por Guadalajara es como pasearte por la Gran Vía con doña Manolita. Todo el mundo lo para y lo saluda. Le faltan los décimos, pero todo se andará. Nos pusieron cara al sol, literal. Se me quemó el rostro. Ya puedo lucir ante mis amigas el primer bronceado del año.
Cospedal y Page estuvieron juntos en la calle esperando a los Reyes. Era curiosa la estampa de quienes hace un par de años se decían de todo menos guapo. El Ejército tiene sin duda una inequívoca vocación pacificadora. Igual les dio tiempo a hablar de presupuestos o pactos, que no sería raro. El que no estaba es Molina, que anda celebrando todavía su victoria en las primarias. La alegría va por barrios, pero nunca se sabe cuánto dura.
La Reina y Cospedal iban de blanco sobrio, cada una a su manera, elegantes las dos. El Rey se atusaba la barba horas antes de la pitada. Qué servidumbres tiene la monarquía. Y luego dicen que no hacen nada. Sólo aguantar la calorina y pasar de los vítores a la bronca en menos que canta un gallo tiene su mérito. Jamás vi tantos fajines y estrellas juntos. Fui del Ministerio de Defensa a Guadalajara en un autobús lleno de generales. Nunca me sentí tan protegido. La cúpula militar al completo en tres autocares. Con Chany, Carmen Riolobos, Paulino, Rosa Romero y yo. A la vuelta subió Carmen Quintanilla. Ya no sabía si íbamos al Desfile Militar, al Congreso o a una misión en Afganistán. Los golpes de calor es lo que tienen.
Las Adoratrices fue el marco elegido para el vino posterior. Allí el Rey recordó que hacía cuarenta años se alistó al Ejército de Tierra. Cospedal brindó por el primer soldado de España, garante de la libertad y la unidad del país. Doña Letizia sonreía al tiempo que sujetaba la copa de vino blanco. Luego todos querían hacerse un selfie con ella. Esther Esteban, César García y Antonio González Jerez salen muy monos a su lado. Yo estaba en la radio contando lo que no se ve. Está claro que el que se mueve no sale en la foto.
Agustín Conde iba resplandeciente con un traje azul y rayas blancas que le sentaba estupendo. El cargo fue hecho para él, a su imagen y semejanza. Romaní sigue con sus patillas largas y habló un rato con Ruiz Molina, su sucesor. Otro caso de vidas paralelas, ambos han sido consejeros de Hacienda y han trabajado en Defensa. Las sombras se rifaban en el claustro y a mí me tocó una junto a Margarita. La mano derecha de Emiliano es una persona lúcida y clarividente, lo cual dice mucho de su jefe. Las cervezas volaban como bien de primera necesidad. Eran oasis en mitad de la calorina.
Cospedal hizo bien trayéndose el Desfile a Guadalajara. Se apunta un tanto, pues sigue siendo la presidenta del PP en Castilla la Mancha. Se la ve relajada, tranquila, segura de lo que hace. En muy poco tiempo ha recuperado su puesto en la sucesión de Mariano. Desde que Soraya no habla los viernes y María Dolores resuelve problemas al presidente, se han igualado las fuerzas. Fue un detalle llevar el Ejército a la Alcarria. Lástima que no fuera la cabrita de la Legión, sino un perro blanco que acabaría como la novia morena del soldadito español. El miércoles Cospedal devuelve visita a Emiliano en Cuenca. La alegría del sol fue besarles la frente. Ya queda menos para el pacto.