El Alcaná EL ALCANÁ

Enclave Corpus

12 junio, 2017 00:00

El Digital Castilla-La Mancha organiza este martes en el patio del Palacio del Cardenal Lorenzana Enclave Corpus, un gran acto social y festivo con motivo de la solemnidad del Corpus Christi en Toledo. Un encuentro al que están invitados amplios sectores de la sociedad castellano-manchega y, particularmente, toledana en este espacio que lleva el nombre de uno de los grandes cardenales de la Sede Primada. La Historia de esta ciudad podría concretarse en la sucesión de sus purpurados, desde San Ildefonso, pasando por Gil de Albornoz, Carillo, Cisneros, Tavera, Silíceo, Portocarrero, Lorenzana, Segura, Gomá, Pla y Daniel, Don Marcelo, Álvarez y Cañizares, hasta llegar a Don Braulio. Ese sello pontificio de primatura en la cristiandad ganado a través de los siglos impregna el aire entero de la Ciudad Imperial. Muchos de ellos se las tuvieron tiesas con los reyes del momento y alguno hubo incluso quien asumió el mando directamente. De ahí que no entienda el silencio sobre Cisneros en su centenario. Dejamos pasar nuestros mejores hijos y los echamos a la hoguera del olvido, donde arde lo que no interesa.

Toledo en Corpus es una novia limpia, clara, asedada y vestida de aleluya. Recorrer sus calles estos días es encontrarse de nuevo, sobre todo uno mismo, y luego con los demás. Es el peso de la Historia sobre los hombros ajados de este cuerpo inmenso esculpido sobre la roca y el río. Toledo es un cigarral abierto a mediodía, un canto de esperanza sobre tanta necedad, un espejo de oro y una oportunidad para el Hombre. Corpus es su fiesta, íntimamente suya, hasta la médula, hecha de tiempo y cielo. Luis Alba diría que los toldos del Corpus no son más que los cielos de Toledo.

No soy toledano, pero llevo ya quince años en esta ciudad donde nacieron mis hijos. Las torres y las sinagogas, las mezquitas y las puertas, las plazas y torreones mecieron sus sueños. Hasta el meandro mismo del río hizo de cuna para sus lágrimas. Pasar la Catedral y encontrar el gran cáliz ante la Puerta de Reyes me sigue punzando el estómago y erizando la piel. Las bombas o salvas reales, la Custodia, los pajecillos, los militares, el clero, los caballeros, las guirnaldas, las campanillas, los mantones, el tomillo, el romero, el cantueso, los tapices, las campanas, los órganos... Es la fiesta enorme de los sentidos, la magnificencia de esta ciudad puesta al servicio del paso de su Señor en una pequeña Hostia consagrada. Las fiestas de los pueblos son el mejor reflejo de su carácter y espíritu. Toledo es Corpus... La fiera y salvaje cuenta de los siglos levantada en sus calles, el poderío del tiempo, el tremendo y cadencioso paso de la Historia despierta. Es Corpus una fiesta monumental, entera, grandiosa, ceremonial, colosal... Pero su mayor grandeza, su única y genuina esencia es principalmente íntima. Porque Corpus es silencio, ese silencio toledano que también lo saben quienes son de aquí. Ese silencio último de la amanecida, cuando la ciudad no ha abierto el bullicio de su día grande. Ese silencio de primavera última al fondo de la garganta, antes del precipicio del estío. Ese silencio del toledano que al volver la última esquina de Corpus, contempla su calle, la plaza, el rincón de cuando era niño... Y solo, ausente, sin nadie más alrededor, calla y rompe el silencio en un llanto ahogado por la dicha inmensa de llegar acá. Feliz Corpus.