El héroe y los villanos
El capitán de la 61ª promoción del Ejército del Aire, Borja Aybar, falleció el jueves pasado tras el accidente que sufrió el Eurofighter que pilotaba. El avión fue a caer en el Parque de la Pulgosa, uno de los más populares de Albacete, muy cerca ya de la Base Aérea de los Llanos de donde había salido por la mañana para participar en el Desfile Militar de la Fiesta Nacional. Su esposa y su bebé de cuatro meses lo esperaban y pudieron contemplar la tragedia. Horrible. A esa hora, la Pulgosa en un día de fiesta se llena de niños que juegan o hacen deporte con sus padres. La investigación está en marcha y tardará varios meses en concluir, pero la primera pregunta que se suscita es por qué no activó el mecanismo de eyección que permite la expulsión del piloto cuando la máquina falla. Las primeras hipótesis conducen a una falta de tiempo o a la posibilidad más que factible de que el capitán advirtiera del tremendo riesgo que entrañaba dejar al albur un avión en medio de una zona urbana. Si se confirmara esta segunda opción que la familia da por verosímil, Borja Aybar debería ser considerado Héroe Nacional, pues evitó una catástrofe de dimensiones mucho mayores, víctimas civiles incluidas. El Rey pidió Gloria y Honor para el capitán. Rajoy y Cospedal acudieron a la base para consolar a la viuda. La madre necesitó ayuda psicológica tras conocer la noticia. Page asistió al funeral. Mientras, un tal Domingo Mir Fornós, coordinador del Grupo Municipal de Esquerra Republicana de Catalunya en el Ayuntamiento de Hospitalet de Llobregat, pidió por Twitter controles de alcoholemia para pilotos. Otros dos comentarios aparecidos en la red social decían que “por fin hoy tenemos algo que celebrar” y “un catalán ha escupido y ha abatido un avión”. ¡Basta ya! Los hijos de puta deben pagar por lo que hacen.
Ya está bien de que nos perdonen la vida aquellos que no levantan un palmo de coeficiente intelectual y a los que encima pagamos el sueldo. ¡Pero ya está bien! La Fiscalía debe intervenir inmediatamente de oficio y llamar a los autores de estos comentarios para ponerlos a buen recaudo, en su sitio, el que determina la ley y el delito de odio. No puede salir gratis la injuria por más perturbadas que se encuentren las facultades de quien las proclama. Es verdad que luego pidió perdón a su manera, haciéndonos creer que nos chupamos el dedo. “Sólo quería denunciar algo que ya es una constante y pedir que lo que vemos normal en el tráfico sea extremado aún más en el aire, independientemente de la línea aérea”. Ni Ryanair lo pondría de azafata.
Esquerra dice que lo ha suspendido de militancia. Yo no doy ni dos euros por un expediente que tramiten Junqueras, Tardá o Rufián. Los autores de los otros dos comentarios deben ser identificados y también llamados a declarar. Toda esta locura en la que el nacionalismo ha sumido a los ciudadanos catalanes y españoles termina por generar un efecto boomerang del que el resultado más visible son las banderas rojigualdas en los balcones. El personal está ya hasta los cojones y hay que aplicar el 155 sólo por cansinos. Puigdemont dirá hoy lo que le salga de la melena pero el Estado de Derecho al que apeló el Rey debe funcionar como corresponde. El debate del otro día en el Congreso fue desolador. Cómo pueden haber llegado a diputados de la Nación personajillos que no pasarían el proceso de selección ni de Panadería Paqui, la tienda de al lado de mi casa que funciona como un reloj desde hace cuarenta años. Escuchar algunos discursos era una auténtica inmundicia intelectual. Ahora entiendo de dónde le viene la paciencia a Rajoy. Al señor portavoz del PDCat sólo habría que recordarle el árbol genealógico de su familia, los Campuzano, a medio camino entre la música y la tauromaquia, aparte de enviarle una camisa vieja de Girón o Ridruejo. Y al lunático Tardá, únicamente avisarle de las normas mínimas de urbanidad, que determinan que no es correcto abusar de la paciencia ni insultar la inteligencia de quienes encima le abonamos la nómina. Si quieren ser independientes, que renuncien de una vez al sueldo del Congreso que pagamos los vagos españoles.