El Alcaná

Manolo Cerdán

18 diciembre, 2017 00:00

Conocí a Manolo Cerdán gracias a los amigos de El Digital en una de sus comidas de aniversario. Antes ya, el añorado Jota me había hablado en varias ocasiones de él. Lo vi sentado, quieto, callado, observando tras sus gafas ahumadas la vida. Dice que le sorprendió de mí la forma de saludar y excusarme después de haber llegado tarde a la cita. A mí me llamó la atención por sus maneras de sabio, el reposo, su hablar pausado y tranquilo. Manolo mira y escucha, y cuando sabe que sus palabras pesan más que el silencio, habla. Escruta a su interlocutor suavemente, con la amabilidad que da la sabiduría. Y lo interpela, pregunta, inquiere y conmueve. Sabe sacar lo mejor de cada uno, a la manera que Pedro Salinas decía en su famoso poema. “Es que quiero sacar de ti tu mejor tú”. Es un experto en mayéutica. Sócrates lo hubiera colocado en el centro de sus diálogos y Platón habría viajado a Talavera sólo por conocerlo.

Tiene dicho Gayarre que Manolo hace una obra de caridad cada miércoles, dándole de comer a él y otros cuantos. El sábado la hizo conmigo y más amigos suyos que no andan muy lejos. La velada fue agradabilísima, con Sara sobrevolando en cada detalle de la casa. Viven juntos desde hace más de cincuenta años y sólo hay que ver cómo se miran entre ellos para alcanzar a entender lo que únicamente el amor consigue. La madurez y los años, el tiempo transcurrido, la vida en carne mortal abierta y los virajes de la existencia, todo uno, metido en sus miradas. Hice cien kilómetros para comer en casa de Manolo y estaría dispuesto a hacer mil.

Es un talaverano de cuajo, de antaño, de los que miran su ciudad volviendo la vista atrás. Apasionado, vivo, con capacidad todavía para aprender y sorprenderse, hablamos de Talavera como si de una obra de arte se tratase. Es un talaverano doliente, como casi todos los que he conocido, que sabe el valor que tienen las cosas cuando se levantan con el esfuerzo. Desde que conocí Talavera, quedé admirado por su recorrido. Una ciudad erigida en mitad de la nada, con una musculatura excepcional que sólo era posible por el talento de quienes la hicieron. Esa es la mayor virtud de Talavera, los talaveranos que la crearon y llevaron solos a donde estuvo. Ahora es cierto que no pasa por su mejor momento. Únicamente con el valor, el esfuerzo y la inteligencia que demostraron los antepasados podrán superar la actual situación. Que no esperen que nadie les saque las castañas del fuego, o que un mesías venga a mostrar el camino. Ningún político les dará la subvención que los saque del agujero. Talavera se reinventará con los que la aman. Si fue posible levantar una ciudad en mitad del desierto, hacerla próspera y grande, también es posible resurgir de las cenizas. En tiempos de tribulación y duda, hay que recurrir al oráculo y San Agustín. Conócete a ti mismo y busca a Dios dentro de ti.

El sábado concluyó con otra magnífica velada organizada por el gran Pepe Melero en casa de Manuel Moreno. Días de comidas y cenas. Melero está llamado a ser uno de los grandes periodistas de la radio. Un sevillano metido en la corte toledana. Y Manolo Moreno, el mejor periodista de sucesos que conozco tras la retirada de Evita Castro. A quien no le guste la Navidad, es que no sabe apreciar estas cosas.

Quedo pendiente con Manolo Cerdán en un viaje de vuelta a Alcázar para conocer a Víctor García Chocano, otro grande de la Mancha. Tiene el premio Ciudad de Talavera en su casa y una impresionante colección de retratos, aparte de una muestra magistral de tauromaquia. Me cuenta que se inventó la galería y el arte en Talavera para que los políticos, nobles e ilustrados de la ciudad dejaran de tener colgada de sus paredes la Unión de Explosivos Riotinto. “¿No será mejor que tengas una obra de arte que esto?”. Cuánta humanidad, poso y sabiduría. Octogenario cristiano, de llagas abiertas, Talavera debe hacerlo hijo predilecto más pronto que tarde. Ahora se recupera de una caída que lo ha dejado tres meses renqueante. No hay quien pueda con Manolo. Conoce incluso las bondades del gin tonic. Hubiera sido el mejor abuelo que nunca tuve.