Olivares ante Felipe
Gaspar de Guzmán y Pimentel Ribera y Velasco de Tovar, conocido como Conde Duque de Olivares, fue valido del Rey Felipe IV durante veinte años. Comenzó su gobierno allá por el 1623 y terminó el mandato en 1643, después de que el abate Pau Claris y otros tantos trabucaires como él realizaran la revuelta del Corpus de Sangre en 1640. Cataluña se levantó entonces al canto del segadors, hoz en mano, contra la decisión de dar posada y comida a los tercios que iban camino de Flandes. Otro clérigo, Richelieu, aprovechó la baza para minar la monarquía hispánica, metiendo a Francia en la guerra de los Treinta Años. Cataluña pensó que era el momento de salir corriendo de España y echarse en brazos del francés. La fiebre le duró doce años, el tiempo justo y necesario para darse cuenta de que el galo le iba a saquear igual o más que el castellano. Volvió entonces con el rabo entre las piernas, como si de un Pugdemont cualquiera se tratase antes de recoger su acta de diputado tras unas elecciones convocadas por Madrid. Aquellos acontecimientos le costaron el cargo a Olivares. Casi cuatro siglos más tarde, a la cabeza me viene esta similitud histórica, aunque sólo sea por los nombres reales y el territorio. Si Cataluña fue la tumba de Olivares ante Felipe IV, ¿no será lo mismo para Mariano ante Felipe VI?
Lo cierto es que Olivares destacó por su afán reformista y uniformador de los antiguos reinos hispánicos, mientras que Rajoy ha sido la cariátide que ve pasar la vida por delante. A toro pasado, es fácil hablar, pero uno no comprendió nunca el afán por convocar elecciones. El presidente del Gobierno tenía la facultad de aplicar el artículo 155 de la Constitución e incluso la condescendencia de Psoe y Ciudadanos para haber demorado la convocatoria seis meses o un año. No tengo claro por qué Rajoy optó por las elecciones sin más. Sus detractores hablan de cobardía y dejadez, cuando podía haber dedicado un año de su tiempo a normalizar la situación en Cataluña. La actuación de la justicia habría inhabilitado claramente a golpistas como Puigdemont o Junqueras. Hemos dejado que Tejero se presente nuevamente a las elecciones. Sea como fuere, los resultados ahí están y son una losa para Mariano. Aunque aquí hay varios aspectos a cuestionar que no se toman muy en cuenta.
El primero de ellos, la propia acción de la Justicia, que deberá seguir su curso. Lo que hicieron los golpistas no está bien por más que lo refrenden dos millones de personas. Lo hemos escrito mil veces y continuaremos haciéndolo. El nacionalismo es la peor hidra de la Historia, la que la masacra y abre en canal. No tiene un sólo efecto benéfico y sí la perversión de las mentes y la claudicación de la libertad. Las sociedades nacionalistas son sociedades enfermas, tísicas de moral y ética. Ahí está la historia reciente de Euskadi, escrita en Patria. Los tiros y las pistolas eran un elemento más del paisaje, como una vez dijo el hijo de puta de Arzallus de una víctima de ETA. El obispo Setién, que arderá en el infierno hasta que crujan sus entrañas de veneno, paseaba por la Concha al lado de una manifestación de víctimas del terrorismo, las miraba de reojo y pasaba de largo. Ahora en Cataluña, dos millones de personas viven en su masía mental, ajenas de la fuga y huida de empresas. La separación es imposible y sólo generará pobreza y ruina. En cambio, un mayor número de catalanes – que no se les olvide a los tramposos nacionalistas- han votado por opciones que mantienen la pertenencia de Cataluña en España. La victoria de Ciudadanos ha sido clarividente y mucho más importante de lo que se piensa, porque es la demostración palpable de que la Cataluña ilustrada y las clases urbanas y formadas no quieren oír hablar ni en pintura del procés. Arrimadas, que nació en Jerez de la Frontera, es la Faraona de la libertad en Cataluña.
El principal problema que tendrá Rajoy a partir de ahora no será tanto Puigdemont como Rivera. El primero no podrá presidir una institución desde la cárcel o por plasma en Bruselas, aunque ya todo es posible. Sanz Roldán debe explicar cómo y por qué dejaron que huyera y Soraya ha de presentar su dimisión. Cataluña se desgajará por la mitad antes de separarse de España. El principal problema de Rajoy es Ciudadanos y la enorme fuerza que adquiere una formación que vio desde el principio que al nacionalismo no se le podían poner paños calientes. Hay que ir de frente, desmontando una a una sus quimeras. Es una ideología cavernaria que no soporta ni un minuto el hálito de la libertad. Pero para eso, hay que levantarse y trabajar, articular un discurso distinto y convincente que no sea el de que los problemas se resuelven solos. Olivares entregó la cuchara y se fue a Toro. Lo que vino después no fue mucho mejor en el reinado de Felipe IV. Felipe VI mira ya de reojo a quien una vez lo negó y empieza a pintar de naranja el color de su corona.