El Alcaná

Andreíta, cómete el pollo

5 febrero, 2018 00:00

Una chirigota de Cádiz la ha liado porque en el primer cuplé de su repertorio se le ocurrió sugerir que Andrea Janeiro, que acaba de cumplir los dieciocho años, no es especialmente guapa. La niña, o su abogado, ha dicho que como sigan por ahí le van a encasquetar una demanda, a lo que la chirigota, mandato carnavalero mediante, no se le ha ocurrido otra cosa que llamarla guapa y animarla al certamen de Miss España. No es la única que ha contestado a tan desproporcionada reacción y han sido más las que han dicho que son insolventes y no piensan pagar las operaciones de su madre. Y es que Belén Esteban, desde “Andreíta, cómete el pollo” por la ventana, no ha dejado de aparecer en las televisiones para contar su vida. Como decimos en la Mancha, a la vuelta lo venden tinto y he aquí que la niña, sin comerse ni beberse el pollo, se ha encontrado de sopetón la tempestad que sembró su madre tanto tiempo. A la rica demanda para el niño y la niña.

Considero que los juzgados deberían tener sección aparte para los famosillos de las demandas, que están todos los días en la tele diciéndose todo menos guapo. Podía Ana Rosa, aparte de leer los mensajes de Puigdemont, recuperar el famoso Veredicto, para que allí fueran a resolver sus cuitas. Los que han hecho de su vida un apartamento con vistas no tienen derecho alguno a molestarse cuando les husmean sin querer en la suya. Es verdad que en este caso hablamos de una hija, la hija de la princesa del pueblo, que se ha puesto en bolas incluso para operarse las tetas. Tanta claridad y transparencia tienen al final sus consecuencias.

El enfado de Andreíta puede ser lógico en una niña de dieciocho años, pero a la madre y los abogados se les ve el plumero. Quieren perpetuar la saga de los millones a costa de la hija, que es la más inocente en todo esto. Cuando aventa, nieva o cae tormenta, lo mejor es dejarla que pase. Si uno se enfrenta a ella, puede ocurrir que se empape y quede como chupa de dómine. Mira Rajoy, lleva ocho años dejándolo pasar y aguanta como un jabato. Si te llaman fea, peor para el que lo hace, y si lo hace con gracia, mejor callarse. Estamos ya en los tiempos en que tirarse un pedo es pena de muerte y hablar de negros o gitanos, lapidación absoluta. Echar un piropo puede ser causa de cárcel preventiva y pena de telediario. Las redes sociales se la cogen con papel de fumar y luego sueltan las mayores barbaridades en la barra de bar que es Twitter. Lo políticamente correcto es la plaga del Veintiuno, porque termina convirtiéndose en mayor dictadura que aquella que denuncian. Y así no hay quien haga carrera. Se olvida lo mollar y el foco se sitúa en lo accesorio.

Mientras haya Carnaval, la subversión será la fiesta y el pueblo pasará a cuchillo a quien contra él se revuelva. No pudo ni Franco en tiempos. Es su momento, el de levantarse y quitarse las ataduras que lo cinchan el resto del año. No hay nadie que se escape, ni siquiera la prensa. Por eso, Andreíta, créeme, lo más inteligente es comerse el pollo.