La pensión de Rajoy y la generación de Page
El presidente del Gobierno ha dicho que los españoles debemos ahorrar para completar en un futuro las pensiones que nos deje la Seguridad Social. Su importe decreciente y la revalorización de tres euros al año que nuestros mayores ven incrédulos en sus cuentas bancarias han hecho saltar las alarmas. Cuesta más la carta que el Gobierno manda a los pensionistas advirtiendo y alabando la subida anual que el propio incremento. El presidente de la Junta, Emiliano García-Page, ha dicho que ese no es el modelo, que ya sabemos que si el Estado no llega, tendremos que ser nosotros quienes completemos de nuestros bolsillos, como la generación de los padres y abuelos, que guardaban por si acaso. La generación del por si acaso no puede volver, dice Emiliano. Pero por si acaso, vamos a abrir la baldosa o el colchón. El que pueda, claro.
Hemos pasado la crisis, aunque la crisis no ha pasado por algunos. El sector privado hizo el ajuste necesario, mientras que el público sigue siendo el elefante mastodóntico que no puede con su misma trompa. Parece inerme, oye llover, escucha las gotas de agua sobre el cristal del contribuyente y continúa su marcha. Es desesperante, pavoroso y tétrico que unos bolsillos tibios como los de la gran clase media tengan que soportar un aparato improductivo y anquilosado del siglo XIX, aparte de paniaguados y colocados. No da para más la vaca. Los sueldos han bajado y las cotizaciones han desaparecido. Lógico que Rajoy diga que ya no hay más, que ha pagado todas las rondas posibles. Si el trabajo que generamos es paupérrimo, no da siquiera para llegar a fin de mes, cómo coño va a quedar para pensiones. Es el laberinto en el que andamos y que parece no advertirse.
El sector público necesita una dieta urgente, delicadísima y acertada. Ahora que hay dinero en las arcas, puede hacerse una buena reconversión y dejarlo reducido a la mitad. No se soporta tanto impuesto y una luz tan cara. No queremos nucleares, pero tampoco recibos de doscientos euros. Y así anda este país, entre el presidente del Gobierno que se jubila y echa cuentas y los de las autonomías que ven que no les llega. Y la ubre es la misma; la hucha, idéntica. No puede ponerse bocabajo al ciudadano hasta expoliarlo y dejarle telarañas en los bolsillos. Ayuntamientos, diputaciones, juntas, mancomunidades, instituciones europeas, consorcios municipales, organismos autónomos... Deme un día del calendario y le crearé una oficina pública más. La administración lo devora todo, lo carcome, no deja que crezca la planta. No pueden pagarse sueldos más altos si un cuarenta por ciento se lo lleva Hacienda. Así lo que se genera es mucha más desigualdad y fraude. Page advirtió el tema, aunque no terminó de rematarlo. La gran tragedia de nuestra generación es que por vez primera en muchos años puede ser la primera que viva peor que nuestros padres. Y eso es terrible. Dejar a los hijos la deuda que nosotros no pudimos pagar ni resolver. Monstruoso. Ese es el principal problema que tiene España. A Puigdemont hay que cortarle el grifo ya. Por lo menos, que no se rían en nuestra puta cara con el dinero de nuestro bolsillo.