Bono y el matrimonio federado
José Bono dijo el otro día en Cuenca, ante el presunto veto que le habría realizado la actual dirección socialista junto a Ibarra o Guerra, que él defendería su idea de España en cualquier sitio que se encontrase y que si hay que definir a nuestro país como federal, no le parecía mal del todo. “¿Aunque usted se figura que en un matrimonio de cincuenta años, mucho más si fueran quinientos, los hijos llegaran un día a sus padres y les dijeran: proclamaos novios? ¡Pero cómo novios si llevamos cincuenta años casados!”. Nadie lo explica mejor. La dificultad, como siempre, está en la sencillez y Bono lo borda. Yo, como Sara Montiel, soy bonista.
Es verdad que usa la sal gorda y los trucos se le notan cuando estás cerca, pero sigue siendo el mejor. Me contaron de él un día que el libro de Bono con todos está inspirado en la realidad. Es capaz de levantarse a las siete de la mañana y ponerse las gafas gordas para mirar los contadores de la luz de su casa y pelar los cables. Yo lo vi un domingo, cuando era presidente del Congreso y la crisis arreciaba, en la cola del pollo de Olías. Iba de la mano de Sofía, que entonces era una niña chica. Lo vi con un monedero negro de abuela bajo el brazo y me eché las manos a la cabeza viendo a la tercera autoridad del Estado guardando su turno en un puesto de pollos por encargo. Pensé entonces que la crisis iba en serio. Siempre fue afable y cariñoso, al menos conmigo. Otro domingo le compró a mi hijo Daniel un capirote de altramuces. Bono es muy de domingos, pues aparte de la Misa, que no sé si irá, va por el Katalino a tomarse sus churros con Mañas y otros amigos. Es una mina para la política española.
Por eso no entiendo que el PSOE o Pedro Sánchez puedan prescindir del consejo de quienes un día ejercieron con más o menos acierto acciones de gobierno. Uno de los grandes errores de la civilización occidental es que arrincona a sus viejos y mayores, cuando las sociedades que más largo llegaron siempre crearon su Consejo de Ancianos para que los jóvenes escucharan la voz de quienes ya lo vieron todo. El Senado romano no es otra cosa que eso y estuvieron varios siglos dominando Europa. Jubilar hoy a un hombre con cincuenta y cinco años es lanzarlo al abismo de la ociosidad y desperdiciar su talento y sabiduría. Las empresas deberían replanteárselo, lo mismo que un plan de marketing o una estrategia de diseño y apps.
Bono tiene razón cuando dice que España ya está unida y no hace falta que nadie la llame federal. Lo que creció unido permanecerá unido, por más que pasen los años. Si Cataluña no ha sido independiente ya a lo largo de la Historia, es porque no le ha traído cuenta; le ha interesado siempre permanecer junto a España, aunque dando por culo. La catalanidad, la cultura y el idioma son un tesoro del que todos los españoles nos sentimos orgullosos. Sacar dinero a cuenta de eso y de los bolsillos ajenos, una temeridad. “Quien quiere comer aparte es que quiere comer más”, decía también Bono. Los actuales dirigentes catalanes se han revelado como una banda de mafiosillos que se han cagado como Sancho al primer ruido de batán. No se puede ser independentista de consola como Rufián ni crear una nación de moqueta pagada con el dinero de los demás. La independencia cuesta un sacrificio al que ya hemos visto que las ratas no parecen dispuestas. Mi respeto para los que están en la cárcel, pero sabían lo que hacían. Arrimadas ha pronunciado el mejor discurso de su carrera política. El procés ha fracasado, basta ya. Y Llanera no ha tenido más cojones que mandarlos a la trena. Todos a la cárcel, como Berlanga. Al final, no hay nada más español.