El Alcaná

 Tres jueces en manada

30 abril, 2018 00:00

La sentencia de la Audiencia Provincial de Pamplona ha corroído los cimientos de la justicia misma, la esencia propia de las cosas, la naturaleza de los fenómenos. Si entendemos la definición clásica de justicia como la que dejó Ulpiano prescrita para el resto de la historia de los manuales de Derecho, el caso de la Manada es paradigmático. Según el clásico, “justicia es dar a cada uno lo suyo” y, aunque la frase es tan genérica que admitiría todo tipo de interpretaciones, lo cierto es que en este asunto, no ha sido así. Porque, para empezar, los jueces le han quitado la dignidad a la víctima. Y eso es muy fuerte, señorías.

Dicen que la justicia no es tal cuando es lenta, pero mucho peor es otra máxima que a veces olvidamos. La ley y su aplicación efectiva, o sea, la justicia, deben estar acorde lo más posible a la moral y la ética. Cuanto más se desvíen estas dos líneas que debieran ser superpuestas, peor será el resultado final, que es lo que ha ocurrido con la Manada. Los tres jueces podrán tener muchos argumentos legales, pero han redactado una sentencia que es un insulto flagrante al sentido común. Aparte de que el legislador, en ocasiones, con el mejor ánimo posible de establecer el mayor número de tipificaciones en estos delitos, lo que termina consiguiendo es el oscurecimiento de los hechos, los señores jueces han demostrado tener la sensibilidad y el juicio en la punta del puño de la toga. Puede que haya que reformar el Código Penal, no digo que no; pero la ley actual tiene margen de sobra para ser convenientemente interpretada. Y lo que hierve la sangre y calienta es que los magistrados consideren unos hechos probados y luego salgan por los Montes de Úbeda. Por no hablar del tercer juez que pide la absolución, cuyo caso debiera ser de estudio clínico e inhabilitación.

Siento dar estopa a estos tres jueces y sumarme al carro de la guillotina, pero cuando los hechos son tan flagrantes, es muy difícil argumentar defensa alguna. Simpatizo con el Poder Judicial, porque entiendo que trabajan en condiciones precarísimas. A los primeros que no les interesa una justicia competente es a la oligarquía política y financiera del país. Pero aquí, cada palo debe aguantar su vela. Y a estos tres jueces no les queda más que ponerse la toga encima, refugiarse en su despacho y esperar que escampe. En qué cabeza cabe que una chica de veinte años vaya a admitir plácidamente que la arrinconen en un portal cinco tíos con pinta de acémila, la obliguen a hacer felaciones y luego la penetren de forma consecutiva. ¿No tienen sentido común los señores jueces? ¿No es eso una violación? Si eso no es una violación, ¿qué coño lo es? Por no pensar, señorías, en si tienen hijas o no.

Creo que la sentencia de la Manada es un antes y un después en el devenir judicial de un país. De nada vale articular mil discursos sobre violencia de género si luego te encuentras esto. La sal gorda es mala para todo, también para el discurso feminazi que considera a todos los hombres enemigos universales. Me da erisipela y pereza. Para mí feminismo es igualdad y ponerme en la situación de mi compañera, amiga, amante. Considero cada vez más que la lucha por la equiparación de derechos y contra la violencia de género es una cuestión donde los hombres debemos alzar la voz al mismo nivel que ellas. Porque se trata de sentido común; único, exclusivo y anhelado sentido común. El que no han tenido los magistrados. Señorías, quédense en sus casas y no vuelvan más.