La democracia tullida
Dicen los cronistas que la quieta y silente venganza de las dos reinas de España se ha consumado estos días permitiendo la publicación de una fotografía de la Familia Real en la que aparece tullido Juan Carlos I. El Rey al que nuestro país debe la transición más ejemplar de las hechas en las últimas décadas en el mundo y que sigue siendo puesta como modelo en otros lugares, ha quedado cojo al lado de unos parientes que aparecen risueños y felices. El único que no está es Urdangarín, que paga por todos y se vuelve loco en la cárcel susurrando a los ladrillos. Sofía y Letizia consuman su venganza: la primera, por los cuernos; la segunda, porque nunca la quiso como nuera. Ahora quien manda es ella y si el Rey es un tullido en lugar de un sol semihesférico sin trono de oro, que se joda. Que se lo hubiera puesto la rubia de los elefantes.
El Rey tullido es la metáfora más clara de los tiempos que a esta democracia imberbe le ha tocado vivir. Llegamos los últimos al sistema y damos lecciones de democracia a las puertas del Supremo con gritos y pancartas. No importa si al Rey que nos la trajo, la democracia, lo hundimos por la sima del lodazal de la Historia y lo tiramos por Cartagena a las cloacas de Villarejo. Este país es así y no aprende de su Historia, ni la más reciente ni la otra más antigua. Tullidos vamos a quedar el resto en manos de un populismo que devora a sus hijos porque no deja más que comer. Ahora proponen erigir la figura de las víctimas de la transición. A las del terrorismo, que las zurzan. A otras inventadas y que no existieron les levantaremos un mausoleo. Hasta que no asaltemos los cielos y Anguita no presida la Tercera República, no descansaremos.
La sentencia del Supremo de las hipotecas es mala no porque haya cambiado de criterio o favorezca a los bancos. Lo es porque ha deslegitimado a quienes van a juzgar a los líderes del procés, verdadero drama de la política española. Se extrañan quienes ven a Cospedal, Soraya y Rajoy fuera de la política. Pero si Cataluña ya echó en el XVII a Olivares del gobierno, por qué no iba a hacerlo ahora con unos cuantos dirigentes más. Se pierde la perspectiva de los siglos y España me parece Sísifo con la piedra a cuestas. Cuando está a punto de levantarla y llevarla a la cima, cae rodando de nuevo por el suelo.
El Prado cumple ahora doscientos años y lo hace con una gran exposición que se inaugurará la semana que viene. Espero que todos los colegios de España programen una visita. Es lo que nos queda, la cultura, la callada y denostada cultura, pero siempre ensordecedora. Los gritos del Greco, Velázquez, Zurbarán o Goya traspasan el adormecimiento de los siglos y la conciencia crítica. Ya sólo un paseo por el Prado puede explicar de forma tranquila y sin alharacas la tremenda potencia de España. Ramón Gómez de la Serna dijo que era la verdadera Catedral de Madrid. Como alguien se entere, lleva los huesos de Franco allí.
Pedro Sánchez sonríe y se erige emperador como Carlos V en mitad de la revuelta comunera de sus cachorros de Podemos. El comunismo y las democracias populares todo lo corroe y deja en los huesos. La Historia no entiende de tácticas y a veces se enreda. En junio del catorce nadie pensaba que los imperios desaparecerían y que Europa se ahogaría en sangre durante cuatro años. Ahora se celebra el fin de la Primera Guerra Mundial, germen de la Segunda. Macron se abraza a Merkel y discute con Trump. Nadie debe dar nada por supuesto. ¡Qué iluso Fukuyama cuando habló del fin de la Historia!
A Sánchez le saldrá bien la jugada y aguantará hasta el final de la legislatura. El nuevo Rey Sol es él, que gobierna con twitter y decreto ley. Un francotirador de saldo lo quiere matar por whatsapp y nos lo hace más alto, más guapo y más listo. Es JFK, con una Jacky de Bilbao. Mientras tanto, el Rey viejo, se apaga y muere entre comisiones y miradas ladinas. Los árabes lo enterrarán en petróleo y aquí lo quemaremos con los billetes donde salía. La democracia languidece y se quiebra igual que su pierna.