Los doce trabajos de Page
Me han venido a la cabeza los doce trabajos de Hércules después de ver el maratón de entrevistas que esta semana el presidente de la Junta ha realizado en medios nacionales. Emiliano nunca ha rehuido el contacto con los periodistas; al revés, ha buscado en multitud de ocasiones su complicidad con la calidez de trato que le caracteriza. Sabe que un profesional de la comunicación busca titulares y él los da de sobra. Pero me llama la atención cómo en esta ocasión no ha tenido miedo a la sobreexposición o ha rehuido del tacticismo político, del que he escrito algunas veces es su talón de Aquiles. Ahora Emiliano no duda y sabe que toca dar la cara, salir y explicar, levantar la bandera –la de España, por supuesto- y discutir muchas medidas del Gobierno. Y ponerle la cara roja a Sánchez, aunque duela y vengan palos.
Lo que más me ha gustado de Page es la clarividencia de su análisis político. Creo que es de los más inteligentes que existen en el panorama político nacional y pienso que él ya ha perdido el miedo al cortoplacismo de una vida en el partido. Toca denunciar las incoherencias de Sánchez, el abismo al que aboca a su formación política con la alianza independentista, reivindicar un PSOE socialdemócrata español reconocible en las comunidades donde siempre o casi siempre ha gobernado. Lo contrario supondrá la ruina socialista como ya ha pasado en Andalucía. Lo que nunca nadie llegó a pensar. Son tiempos tan líquidos que en dos meses se va un partido por la alcantarilla.
Page dice –y creo que tiene razón- que el PSOE es el partido que más se parece a España. Yo diría incluso que el último siglo y medio de Historia de España podría escribirse siguiendo las peripecias del PSOE. Desde su fundación por Pablo Iglesias a finales del XIX a este pedrisco –como diría Gayarre- que nos ha tocado en suerte a principios del XXI. En el PSOE siempre convivieron varias almas y sensibilidades, de todo tipo y condición. La dictadura de Primo de Rivera no se explica, por ejemplo, sin el apoyo de Pablo Iglesias a su inicio. De la deriva republicana socialista mucho se ha escrito. La escisión del PSOE entre prietistas y largocaballeristas explica incluso la sinrazón de aquella política de los años treinta, en la que, sin embargo, pudo emerger una figura como Besteiro. Los años de la dictadura franquista son los que los comunistas viejos llaman de vacaciones. Precisamente por eso, cuando el PSOE del exilio moría ante el empuje del PCE, una generación de jóvenes tomó el control en Suresnes y llevaron a España a sus más altas cotas de modernidad. Lástima que la corrupción carcomiera el esfuerzo, como ahora le ha pasado al PP en la recuperación de la crisis. Zapatero fue un contradiós del que ahora pagamos las consecuencias y Pedro, un roto, un descosido, una incógnita. Lo creo capaz de aplicar un 155 draconiano por salvar su culo.
El Primero de Octubre del Dieciséis pasará a la Historia como el día en el que el socialismo primó el sentido de Estado frente a un advenedizo. Lo que ocurrió ese día se entiende perfectamente ahora. Recuerdo de forma nítida y clara las explicaciones que me dio Emiliano a la salida de un acto que yo presenté en Madridejos. “Javi, que hablaban de referéndum en Cataluña y monarquía o república...”. Lo miraba ojiplático y como las vacas al tren. Aquí están las pruebas irrefutables.
Page tiene por delante el trabajo hercúleo de convencer a sus votantes de que el PSOE que él representa es distinto del de Sánchez y de que no le temblará el pulso a la hora de hacerle frente como alternativa nacional dentro del socialismo. Emiliano está acostumbrado a remar contracorriente y llega su oportunidad para hacerse mayor del todo. Ya lo hizo en el Once, con el tsunami Zapatero desaguando el barco socialista. Ahora le toca frente a Sánchez. Las elecciones del año que viene son como las del noventa y cinco para Bono. Si gana, será el referente. Y con ideas tan claras como que el PSOE no puede renunciar a la E de España o que se romperá el partido antes de que lo haga España. La comparación hercúlea me parece hasta floja.