Llega este lunes a caballo entre el día de la salud y la Nochebuena. La lotería no ha dejado más que buenos propósitos para el Niño y ver las imágenes de alegría por el telediario. Una amiga mía dice que se cabrea todos los años, pero todos los años juega. El único que gana con la lotería es el fisco. Montero ahora, antes Montoro. Y vascos y catalanes, por supuesto, que no renuncian a su parte del dinero españolazo. La lotería es lo único nacional que va quedando.
El 23 es un día de interregno, de las sábanas enormes de los periódicos para comprobar las pedreas. Concluyen las compras para la Nochebuena, aunque el mercado global en el que estamos haga que todo esté abierto hasta las ocho de la tarde del 24. Mr. Scrooge habría encontrado acomodo fácil en esta sociedad de consumo con su negra Navidad. La Navidad de los almacenes es un reverso descarado del pesebre. No nos importa, lo sabemos y aceptamos. Compramos y ya está. Siente un pobre a su mesa, como Plácido.
El Rey tampoco tiene cerrado su discurso de Nochebuena. También son los nuevos tiempos políticos que corren. Esquerra Republicana le da la vuelta a la capa de los reyes y en lugar de incienso, prepara carbón, mientras Pedro Sánchez quiere ser el Niño y Herodes a la vez en el portal de Belén, todas las figuras juntas. Prepara su gobierno bonito para Año Nuevo entre las sonrisas armadas de Bildu. Lastra y Simancas se han comprado Almax para digerir la foto de la ignominia y la vergüenza. Socialistas hablando con quienes legitimaron la muerte vil y el asesinato de compañeros. Debe ser lo avanzado, cabalgar un proyecto político a lomos de un caballo oscuro, cuyas crines huelen a azufre. El turrón de este año será del duro o no será.
La Nochebuena llega con viento huracanado y cortes de luz. Dicen los alcaldes de los pueblos pequeños que mucho hablar de la España vaciada, pero luego las compañías no se acuerdan de ellos. Si alguien quiere repoblar, habrá que dar servicio. De todas formas, creo que esta Navidad no habrá mejor refugio que la lejanía de la ciudad, el bullicio y el escándalo. Sólo en el silencio del campo puede entenderse la maravilla del Natalicio. Allí, los villancicos que suenan son los del corazón. Nochebuena sin langostinos ni cadmio. El Misterio es más profundo cuanto más hiriente es el puñal de la incoherencia humana.