Salvar a Pedro Sánchez
Es la operación que debe ponerse en marcha si queremos salvar España. ¿De qué o de quién hay que salvar a Pedro Sánchez? De sí mismo y Pablo Iglesias, la persona a la que debe el poder y por la que hará todo lo que ella quiera, como firmar en el barbecho de Bildu.
Hasta El País y la Ser estallaron. Ana Patricia Botín ya no se fía de Sánchez. Ha cruzado todas las líneas con tal de no perder una votación. Importante y decisiva, sin duda, pero no irremediable. Hasta en el caso de que hubiese decaído el estado de alarma, quedaban tres días por delante para articular una alternativa. Pero Sánchez no se permite perder. Es imposible, va contra su naturaleza. Miente, retuerce y manipula en su único y propio beneficio. Eso tiene un nombre que ya no voy a volver a escribir, porque paso de inmolarme. Pero cualquiera que conozca a un psicólogo independiente, puede preguntarle y obtendrá la respuesta. La única solución es huir de Sánchez o salvarlo de sí mismo.
Como lo primero parece que hasta el 2023 no será posible, queda la segunda opción. España es ahora mismo un país con los brazos en alto como Jesús Fernández Vaquero aquella tarde del sábado, Primero de Octubre de 2016, en el Comité Federal del Psoe de la calle Ferraz. Las clases medias, las oligarquías y los votantes no ideologizados que, por desgracia, son menos que los otros, ya saben qué tipo de presidente tienen. Sánchez disfruta con la gresca porque no la siente, no va con él. Le da igual que un país entero esté a golpes si con ello salva el pellejo. La manifa del sábado de Vox es la garantía segura de su permanencia en Moncloa. El topetazo y la furia no serán capaces de derrotarlo. Sí, en cambio, el pincel fino y detallista. La estrategia de Ciudadanos es mucho más acertada de lo que los analistas piensan. Ha roto los bloques y comerá por el centro, desalojado dramáticamente para tantos españoles que no queremos líos ni aguantamos este ruido insoportable de fascistas y rojazos. No sabía que hubiese tanto de los hunos y de los hotros. El gran éxito de Podemos ha sido cargarse la Transición en las redes y hacer una España de joseantonios y negrines.
Lo único claro que tengo es que España se sumergirá en una crisis económica y social sin precedentes, que agravará mucho más la presencia de Podemos en el Gobierno y que cambiará dramáticamente nuestras vidas a peor. Siento darles el lunes, pero es así. Soy optimista, pero realista. Sánchez defiende el estado de alarma con sentido. Y para una cosa que tiene razón, la oposición vota en contra. No hay más salida que Ciudadanos, la vía Arrimadas con el PP y Europa. Eso, o los piojos nos acabarán comiendo a todos. Las colas del hambre regresarán como las cartillas del cuarenta y seis. A Sánchez no le importa. Seguirá mandando. La cuestión es si decide Iglesias aguantar en Galapagar o ponerse frente a las hordas para acuchillar Moncloa. Entre medias, escaramuzas, desolación, hambre y miseria. Pero esto es lo que hemos votado. La política se ha convertido en el problema. Si ella no es capaz de resolverlo, las soluciones vendrán de fuera.