El ojo del Rey
He visto con emoción el documental que Televisión Española emitió el jueves sobre el Rey Juan Carlos. Creo que debería ser de obligada visión en las escuelas, para que lo jóvenes sepan apreciar lo que hizo el viejo rey por España y la democracia, cuando parece que ahora se ponen en duda o cuestión determinados planteamientos. Don Juan Carlos ha sido uno de los mejores reyes que ha tenido este país, a la altura de Carlos V, Felipe II o Carlos III. Coincido con Anson, ayer en La Razón, en que rinde uno de sus últimos servicios a España yéndose fuera, aunque creo que volverá de forma tranquila. Y como dice también el maestro de periodistas, las palabras de Pedro Sánchez sobre la monarquía parlamentaria han sido admirables. Otra cosa es que nos vuelva a engañar de nuevo, aunque la emisión del propio reportaje en la televisión pública insufla esperanzas.
Lo más valioso del trabajo periodístico emitido el pasado jueves es que incorpora el testimonio vivo del protagonista de muchos de los mejores pasajes de nuestra historia. Tengo dicho y escrito en multitud de ocasiones que son los mejores cuarenta años de la Historia de España sin ningún género de duda. Y hago pedagogía de ello con las nuevas generaciones que vienen detrás, con las que me encanta hablar y escuchar para saber por dónde va el tiro. Creo que el fracaso educativo de este país se concentra en el desconocimiento de nuestra historia o en el intento que ha existido de cierta izquierda de manosearla y manipularla. El reportaje compendia muy bien la dificultad extrema de la labor de Juan Carlos en la Transición, “donde las cosas solo podían hacerse a ojo”. Y a ojo se hicieron, pero con gran acierto. Este proceso político del paso de un régimen dictatorial a otro democrático sin apenas derramamiento de sangre se estudia en las universidades de Políticas más prestigiosas del mundo. No en la española, claro, porque si no, no seríamos España.
Recomendaré la visión del reportaje a todo aquel que pueda, de igual forma que no me canso de alentar la recuperación de la serie que de la Transición hizo la gran Victoria Prego. Nuestros jóvenes deben verla para saber de dónde veníamos y lo difícil que fue construir la España que ellos consideran habitual y normal. No, jovencitos, no. Lo normal no fue nunca en España cuarenta años de crecimiento y prosperidad. Desgraciadamente, estos han sido la excepción. Lo normal era el enfrentamiento de una España contra otra y el salir corriendo unos detrás de otros. La dificultad de la convivencia, que decía Rubalcaba. Por vez primera en el 75, tras la muerte de Franco, triunfa lo que nunca hasta entonces había podido ser, la Tercera España, esa que vosotros ya habéis conocido.
Dicen que el reportaje fue vetado por el PP porque no salía Rajoy. Si es así, que no lo sé, ahora me explico tantas cosas del PP. La monarquía parlamentaria ha triunfado en nuestro país por el apoyo explícito en todo momento del PSOE, algo que esperemos se mantenga en el tiempo. La derecha, por supuesto, también la ha apoyado. Pero en política, es básica la teoría de los cordones cruzados. Las cosas propias de la derecha ha de hacerlas la izquierda y viceversa. De ahí, que el apoyo de los socialistas fuera clave para todo el complejo proceso. Escuchar a Guerra o Rubalcaba en el reportaje es emocionante, porque es emocionante ver de dónde veníamos y a dónde hemos llegado. La metáfora del Guernika que explica Guerra, memorable.
La injusticia que se está haciendo con Juan Carlos en estos últimos años es de traca, pero también él se lo ha buscado. Más que nadie, sabía que la monarquía tiene sentido solo con la ejemplaridad y el servicio al país sobre el que se levanta. Quizá el salvoconducto obtenido el 23 de febrero y el éxito mismo de la Transición, le hicieron creer que tenía una inviolabilidad no sólo de iure, sino de facto. Y no es así. Paga con el extrañamiento su mala cabeza en determinadas relaciones. Pero no es justo que ese epílogo ensombrezca su hercúlea labor en beneficio de España. Echo en falta la voz de los empresarios que tanto aprovecharon su reinado para expandirse por el mundo y crear riqueza en el país. Y no termino de entender las imputaciones que se le hacen al rey por los regalos, en tanto que el comisionista cobra del adjudicatario pero no del que contrata. También pienso en un momento que lo único que quisiese fuera la tranquilidad económica que, aunque parezca mentira, no siempre tuvo.
En fin, en este agosto republicano, conservo esperanzas en que Sánchez se haya ido a La Mareta, regalo de los árabes a Juan Carlos que donó a Patrimonio Nacional. Una profesión de fe en toda regla. Espero que no nos engañe el presidente del Gobierno y apoye firmemente a Felipe VI, como deben hacerlo el PP y Ciudadanos, en el gran pacto central y troncal que este país necesita. Cualquier reforma que se planteara, debería llevar al menos el mismo nivel de consenso que el pacto constitucional. Lo demás son saltos en el vacío o moños en la coleta.