La España que nos está quedando en este otoño vírico es la del Rey Viejo, exiliado; el Rey Nuevo, confinado; los indepes, indultados; los etarras, blanqueados. En la España de Pedro Sánchez hay sitio para los pésames a terroristas, pero no para el Rey de España al que se le encierra en palacio, como Segismundo, preso destas cadenas. La resolución de la ecuación en este circo de cinco pistas en el que tan bien se desenvuelve el presidente del Gobierno es esa y no otra. Lo demás es hacerse trampas en el solitario y subterfugios ideológicos. La izquierda de pensamiento remueve el odio y es el único arma que esgrime en el Parlamento. “Ustedes, la derecha, no volverán a entrar jamás en el Gobierno”, dijo Pablo Iglesias, más María Antonieta que nunca con ese moño alzado. Es decir, prefiere unirse al separatismo -lo más insolidario que existe y al nacionalismo, la ideología más tribal y primitiva- a que gobierne el centro o la derecha legítimos de un país. Ahora ya sí que estamos en la Segunda República de verdad, gobernando una España contra la otra. Tanta memoria histórica que lo han conseguido. Han descosido la Transición y la última pieza que les queda es el Rey. Sánchez consiente porque sus ideales y convicciones son los de su Persona, pero sobre sus sienes cae la ignominia de haber echado al Rey que trajo la democracia fuera de España. Será un corrupto, pero se trata con más respeto a Otegi que a Juan Carlos. Quien no quiera verlo, que se apriete más la venda de los ojos. Lo que ocurrió hace cuatro años en el Comité Federal del Psoe que acabó a porrazos era esto. Los barones no supieron explicarlo, cuando la razón estaba de su parte.

La España que nos está quedando es una pintura negra de Goya, donde los garrotazos se barruntan en mitad de la miseria. Ahora no hay problema en las manifas de Vallecas porque no son cayetanos y van contra Ayusito. Monedero se lava las manos después de chupar langostinos tras el fragor de la manifa. El coronavirus ha destapado las vergüenzas de nuestro país, desde políticos a periodistas, quedando un fresco ventilado que ni la Quinta del Sordo. España vuelve a la cueva del tiempo, a la quijada, el odio y la inquina. Si luego responden los agraviados, es que son fachas y de derechas. El fascismo envuelve al que no piensa como tú. Nada más atávico ni desolador intelectualmente. Los jóvenes deben reaccionar ante un futuro diseccionado en el Politburó mientras se encargan ejemplares del Vanity. Hay esperanza, como demuestra el joven socialista vasco que ha clamado a las alturas echándose las manos a la cabeza. No han pedido perdón por Pagaza ni Múgica ni Casas ni Tomás y Valiente ni tantos otros. Y ahí están, con la bandera de la paz que les ha otorgado el Psoe. Lástima que el otoño no deje una paleta impresionista del XIX. El color se ha oscurecido como las fotos del hambre en postguerra.