La semana pasada nos dejó, aparte del estado de alarma de Ayuso,
Sánchez y la ciudadanía, el debate sobre otro estado, el de la Región. Es la
cita parlamentaria más importante del año y sirve para testar en una situación
tan crítica como esta el ánimo de los dirigentes. Vi un Page fieramente
humano, por fin, después de seis meses de pandemia. Como Blas de Otero,
pidió la paz y la palabra, y aunque hizo un discurso muy largo, por la tarde en la
réplica se fue creciendo hasta dominar el atril. Las diatribas dialécticas
contra Núñez fueron memorables, pero me interesó sobre todo el último Page,
el de las siete y pico, cuando extenuaba la tarde. Ahí vi al Emiliano que yo
conozco, al humano, al verdadero, al que dice lo que siente y siente lo que dice.
Reconoció que había pensado dejar la política durante la pandemia, que admira
profundamente a su consejero de Sanidad, a Jesús, al que llamó crack casi con
emoción. Y pidió ayuda, no sé si con la boca chica o de veras; pero me lo creo
porque el tema está como para pedirla. Bordea los significados y significantes
cada vez que habla de Madrid, aunque esa siempre fue la habilidad de Emiliano.
Creo que se sacó de contexto la frase de la bomba vírica porque le pilló el
fuego cruzado entre Moncloa y Ayuso. Su participación como único presidente
socialista en ejercicio en el vídeo de Libres e Iguales diciendo “¡Viva el Rey!”
ha sido un puntazo. La figura de Page es necesaria en el ámbito nacional más
que nunca. Hay presidente y está para quedarse. Eso parece, al menos.
Núñez sigue la buena senda, aunque tiene mucho que recorrer. Es
voluntarioso, trabajador y de una empatía indudable, pero todavía le falta
agilidad, comunicación y látigo. El látigo del verbo no está para usarlo todos los
días porque pierde el efecto, aunque sí de vez en cuando. Su portavoz, Lola
Merino, lo hace muy bien. Núñez se reúne, se reúne, se reúne, va y viene, viaja
y va y no para. Pero le falta centrarse, bajar el balón y tirar a puerta. Aclarar
el mensaje, aunque eso le pasa al PP entero. Núñez me recuerda a Cardeñosa y
su gol que no fue, cuando lo tenía todo para marcar y echó el balón a la grada.
Pasó a la Historia el gol de Cardeñosa, cuando fue el único que no se marcó y
echó a España de Argentina 78. Hacer política de forma clamorosa, a veces,
acaba con el balón en la grada. No obstante, aprende y avanza, aunque el día
que deje de decir lo de jefe de la oposición, la gente empezará a creerlo de
veras. Ese título se lo dio Felipe a Fraga, lo sentó a su vera y si no es porque a
don Manuel lo llamaron sus gaiteros, allí hubiese permanecido eternamente.
Y luego está Ciudadanos, o lo que queda de ello. Carmen Picazo
también ha ido mejorando con los meses, pero el discurso autonómico depende
mucho del nacional. El mejor activo es Arrimadas, a la que considero cabeza
política mejor amueblada. Pero lo hecho en la región con Alejandro Ruiz en la
secretaría de organización ha sido errático. No por los pactos con el Psoe, que
creo acertados en el planteamiento, sino porque no lo supo explicar a su
electorado, que naufraga entre PP y Vox. Ruiz se va ahora de la primera línea,
aunque Guadalajara sigue mandando. Tiene el juicio del mobbing dentro de
poco en Albacete, pero aspira a mantener el escaño.
La política regional no está mucho mejor que la nacional, aunque creo
que aquí hay mimbres para buscar un encuentro cierto. Si el virus que ha
matado a tres mil personas no lo hace, para qué queremos tantos estados
pequeñitos que reproducen a escala lo que ya sabemos.