El fin del mundo
Este lunes está previsto un fin del mundo a las nueve y media de la mañana, bonita forma de empezar la semana y así ya seguir mucho más tranquilos. Las nevadas históricas, los acontecimientos planetarios, el virus de los cojones y la Madre Naturaleza soliviantan al personal que quiere ir a trabajar. Todo se ha complicado extraordinariamente en esta década de los increíbles años veinte, cuando ya parecía todo el pescado vendido. El pobre Fukuyama decía en los noventa que había llegado el fin de la Historia tras la caída del muro de Berlín. No contaba con la astucia de los de siempre, de quienes hacen de la derrota un agravio y la base de una nueva victoria. Café con leche, por favor, antes del próximo terremoto.
La broma ha durado demasiado, desde Donald Trump a Pedro Sánchez. Pero hay que quitar la nieve de la calle y los cuernos del Capitolio. El mejor meme que vi de lo de Washington es aquel que decía que no había que llamar a la policía porque aún quedaban los cuplés. El mundo es una chirigota sin ensayo, que no pasaría de preliminares en el Carnaval de Cádiz. El humor se ha vuelto así en el único instrumento que puede hacernos salir de este Matrix en que se ha convertido respirar cada día. Eso y las series, aunque llevan mucho tiempo y adormecen al personal.
Leo estos días la obra de Carmen Mola, a quienes algunos llaman el Pietre Lametre o la Agatha Christie española. Dicen que es seudónimo y ha escrito tres libros que se leen de corrido. Trepana las cabezas con gusanos y algunos eso lo llaman gore. Debe ser que no ven los telediarios o fuman marihuana. Cualquier noticia que escojan de un informativo ya la podría haber escrito Orwell o Huxley. Mi abuela llevaba razón. Javierito, qué nos quedará por ver.
La nieve refulge y estalla en los ojos como la verdad revelada. Y la verdad es que el virus, la historia y la política nos tienen acobardados. El Ibex pacta con quien manda y por ese lado, poco hay que temer. El ciudadano es el que anda desnortado y no sabe dónde pisar por si resbala. Se han caído todos los valores y ya ni siquiera el honor es patrimonio del alma, que decía Calderón. El hielo hará el resto y solo quedará rodar Frozen III con Pablo Iglesias de princesa.
Hay quienes dicen que 2020 le está sujetando el cubata a 2021. No lo quiera Dios, aunque no exista. El paganismo se ha vuelto contra sí y ha acabado con los carnavales incluso. A este paso, la única Semana Santa que habrá será la del Misterio en globo sobre los cielos de Triana. La nostalgia me aflige y ahora parece heroicidad hasta los calcetines por Reyes. Qué ganas de un aburrimiento sin más, una tarde de domingo, una quiniela de once, un chalet a las afueras. Después de todo esto, ¿alguien sabe cuándo abren las piscinas?