Karmento no ha ganado el Festival de Benidorm, pero se ha hecho con el corazón de miles de eurofans. Reconozco que el fenómeno no es nuevo, pero reverdece como la primavera de vez en cuando. Un hijo especialmente sensible a la música y una compañera eurovisiva como Paloma Gallego en Onda Cero hacen el resto. Durante la semana he pasado muchos días escuchando las canciones y siguiendo las noticias que llegaban al respecto. Ha influido notablemente el hecho de que una castellanomanchega por vez primera podía llegar a la final. Carmen Toledo, Karmento, natural de Bogarra, un pueblecito de la sierra de Albacete... Natural de una provincia y con apellido de otra, más de una comunidad autónoma no se puede ser. Y curiosamente, creo haber descubierto un fenómeno con recorrido, basado en la intuición, que es como se conocen verdaderamente las cosas, tal y como dijo Bergson en el XIX.
Karmento es una artistaza de lejos, de las profundidades de la tierra que emerge natural y pura para regalarnos su talento. La puesta en escena que realizó fue maravillosa, aunque se me quedó un tanto el recuerdo de Remedios Amaya, cuando salió descalza. Es un trauma que tengo de la niñez y no supero por más que pasen los años. Sin embargo, su danza, la voz, el fraseo, el cariño de sus brazos alzando las manos al cielo igual que un molino de viento, me parecieron maravillosos. Usó incluso las castañuelas al final para pedir el voto y eso la hace todavía más auténtica. No contó con el favor del jurado, pero el público la aplaudía a ella y coreaba su nombre todas las veces. Incluso pasó a la final por el voto popular. Es lo que es ella, una mujer de la Mancha, de los riscos, de la sierra vertida a la llanura, con una voz cálida y trato sensacionales... Así lo pude comprobar durante la semana las veces que hablamos con ella y su madre. Porque esa es otra... Tiene madre y manchegaza... Una Chus Lampreave maravillosa que abre también sus manos, su corazón y su vista hacia quien se acerca a ella. Envuelve a Karmento el aire almodovariano que Pedro tan bien ha sabido captar en sus películas. Es el espíritu de la mujer manchega, metida en el frasco del corazón y el alma, esencial, pero que se desmelena en vanguardia, arte y hechuras nuevas. Eso es Karmento.
El público no ha visto que podíamos haber pasado del La, la, la de Massiel al Lo, lo, lo de Karmento... Pero da igual, en otra ocasión será. Las bases están puestas y sentadas y a partir de ahí, Karmento comenzará a crecer. Ha hecho lo más difícil, que es darse a conocer y ahora debe desarrollar su talento, no para Eurovisión, pero sí para su público. Los europeos no comprenden según qué cosas y creo que la Blanca Paloma, con su jipío, lo tendrá difícil. Quizá el folklore manchego, más universal y elaborado de Karmento, hubiera alcanzado el éxito. Si total, al final los bálticos son los que siempre se votan a sí mismos y terminan decidiendo el festival. Eso, o la Ucrania libre de las garras de Putin. Pero sí, me he vuelto un eurofriki y tiene sus ventajas. Sobre todo, el humor y la gracia, por encima de tantos clichés.
Karmento es una gran artista que ha nacido a la vida y el mundo conocidos en el Festival de Benidorm. Debe aprovechar la ola y navegar hasta donde las velas le permitan. La Carmen, la niña, la artista de Bogarra. Y su madre, Mercedes, esperándola en la puerta. Cómo no se nos va a derretir el corazón entre tantos mimbres de enea.