Por una formación económica contra la especulación financiera
Este curso pasado, en clase de 1º de Bachillerato de Economía, los alumnos me preguntaban acerca de las noticias sobre la caída del Banco Popular, los ataques de los fondos de inversión a dicha entidad y posteriormente a Liberbank. Les llamaba la atención que se ganara dinero apostando, no por conseguir un beneficio en las subidas de precios de algunos activos financieros, sino por las futuras bajadas en los precios de las acciones de una entidad, o la deuda pública de un país. Vamos, el mundo al revés. Y si de hecho, en el día a día de mis clases trato fomentar el espíritu crítico explicándoles las maldades de la especulación, como digo en clase, mucho más críticos debemos ser hacia situaciones en que unos pocos se lucran a costa de la ruina de otros muchos. Por ello veo con estupor que este tipo de operaciones estén permitidas por la normativa actual.
Expliquemos de forma sencilla cómo funciona la operativa a corto plazo. Ante la expectativa de que las acciones de una compañía bajen (a partir de un precio, por ejemplo, de cien euros), los hedge funds (fondos de inversión) piden prestadas acciones a otras entidades de inversión o a un banco para venderlas en el mercado. Su finalidad es transmitir una señal de venta “masiva” y causar el pánico entre los accionistas de la empresa. Si su estrategia funciona, y muchos accionistas optan por vender, el precio de la acción caerá. Si cae (por ejemplo, a sesenta euros) los mismos fondos las recomprarán a ese precio más bajo y se las devolverán a sus prestamistas, logrando así un beneficio por cada acción. Así, con bajadas de precios en los activos y pérdidas para unos, se genera un beneficio para otros.
Esta forma de actuar en los mercados, la podemos encontrar a lo largo de nuestra historia económica. Por ejemplo, en 1992, el famoso especulador George Soros junto con otros inversores lanzó un ataque masivo sobre la libra esterlina. Vendió masivamente libras prestadas lanzando una señal al mercado de que la libra caía de verdad, y cundió el pánico entre el resto de tenedores de libras, que se apresuraron a vender. En 2010, un grupo de grandes fondos, al observar la fragilidad de las cuentas públicas griegas, presionaron de tal forma a su deuda pública que la prima de riesgo se disparó forzando el rescate de Grecia por parte de la Unión Europea. El mismo esquema se repitió en el caso irlandés y posteriormente, con desigual éxito, en España y Portugal. Las consecuencias ya las conocemos, todavía las estamos pagando: recortes sociales y subida de impuestos. Vemos pues que no siempre el interés particular conlleva hacia el interés general, caso claro de fallo de mercado.
Sabemos de los desequilibrios en los balances en las entidades financieras y de los problemas del déficit de los estados, pero dichos ataques contribuyen a agravarlos mucho más y a forzar soluciones más drásticas. Algún grupo político ha instado al Gobierno a estudiar un mecanismo, dentro del marco regulatorio de la UE, que permita limitar de manera permanente las ventas a corto plazo.
Sin embargo, la mayoría de los ciudadanos desconocen el funcionamiento de estos fondos y sus terribles consecuencias sociales. Y es por ello que la formación económica que proporcionamos en los centros de secundaria facilita al alumno el sentido crítico necesario que le permita opinar con criterio. La formación en competencias sociales y cívicas permite desarrollar un interés del alumno por el desarrollo socio económico y por su contribución a un mayor bienestar social, pero no a costa de la ruina de otros. Enseñamos economía para desarrollar un espíritu crítico hacia cualquier actividad especulativa, hacia las actividades que buscan el beneficio de forma perversa. Sólo desde el estudio de actividades que permitan conseguir una mejora del bienestar social utilizando los valores éticos y cívicos formaremos alumnos que aportarán un valor excepcional a nuestra sociedad.
Elena Flores Díaz es profesora de Economía en Secundaria