Desconcierto y claridad
Con ocasión de la Gran Recesión de estos últimos diez años, se han sucedido en todo el mundo libros, artículos, entradas en blogs y redes sociales, presentaciones televisivas, conferencias, ponencias, clases magistrales… en definitiva comunicaciones de todo tipo interpretativas de dicha crisis, desde las más peregrinas y/o demagógicas hasta las más sesudas y pretendidamente avaladas por datos incontestablemente científicos… ya se sabe, los economistas son los mejores adivinos del pasado; en cuanto al futuro… ay, eso queda para las estrellas. Esta tendencia no sé si ha aclarado algo que ya no se supiera, pero en todo caso ha hecho ricos a algunos, y quizá no precisamente a aquellos que con mejor acierto han hablado.
Viene esto a cuento porque a veces, entre tanta marejada, se encuentra en el mercado editorial algo que realmente merece la pena y a eso me quiero referir. El texto “El final del desconcierto” del catedrático de Política Económica de la Universidad de Barcelona Antón Costas no es sólo un libro interpretativo de nuestra realidad económica y social de los últimos años, sino que contiene una propuesta de convivencia, un nuevo pacto, al estilo del pacto de la Transición de hace 40 años, con el que podamos funcionar razonablemente en el futuro próximo. Para el autor ese nuevo pacto ha de hacer las funciones de “pegamento social” que cohesione nuestra sociedad; en unos momentos en los que se ha perdido en gran parte la confianza en el liderazgo político y existen graves amenazas como el secesionismo catalán.
Algunas razones hay para el “desconcierto”. No es la menor el grado de corrupción que contamina nuestra realidad política y empresarial, pero también lo es la asunción de una teoría cosmopolita por parte de los partidos tradicionales de gobierno de la izquierda, es decir los partidos socialdemócratas en el mundo occidental, y también en España, que viene a decir que la globalización es en todo caso positiva y que finalmente produciría bienestar para todos, aún a costa de sacrificios iniciales para las clases medias y trabajadoras, sin advertir ninguno de sus riesgos; lo que ha producido florecimiento de los partidos nacionalistas y/o populistas cuyos seguidores son los sectores agraviados por la globalización desregulada.
Hay propuestas como la de atender a los “factores ocultos” de la productividad, que Costas identifica en el escaso tamaño medio de la empresa española, su clima laboral, propio del jefe que ordena y manda, en vez del empresario que entiende necesaria la colaboración y participación en las decisiones de los trabajadores o la absoluta urgencia de mejorar la gestión empresarial para hacerla eficiente; otras propuestas son las que aluden a la necesidad de eliminar los obstáculos monopolistas y burocráticos que se oponen a la competencia, y que en nuestro país son especialmente importantes y persistentes, debido a la colusión del poder político con los grandes grupos empresariales y los altos cuerpos funcionariales, de donde proviene en gran parte la élite política, y que dan lugar a espectáculos cuando menos poco edificantes como el de las “puertas giratorias”.
Aboga también por afrontar políticas macroeconómicas estables que eliminen o disminuyan la enfermedad “maniaco-depresiva” de nuestro ciclo económico. En efecto, España presenta en los periodos de crisis tasas de desempleo muy superiores (en torno al doble, e incluso el triple en algunos casos) que la de sus socios europeos. Al comenzar la recuperación, es cierto que el empleo crece en España con rapidez, si bien nunca se alcanza las tasas envidiables del norte o centro de Europa. A este problema ciclotímico viene añadirse el hecho de que la recuperación del empleo en España se está produciendo en la actualidad con empleos de baja calidad, con alta temporalidad y precariedad y con niveles salariales que impiden a los jóvenes mantener una vida digna y con perspectivas de futuro.
Costas aborda estos y muchos aspectos desde su condición de estudioso de la economía y su contacto directo con el mundo empresarial a través de su participación en el Círculo de Economía de Barcelona, del que llegó a ser presidente.
Léanlo, y si pueden escúchenlo, vendrá pronto por estas tierras. Merece la pena.
Pedro Gómez Mora. Miembro de ADES-CLM