Cincuenta años de la muerte del cardenal Pla y Deniel (1876-1968)
El día 5 de julio de 1968, con 91 años de edad, falleció D. Enrique Pla y Deniel, Cardenal-Arzobispo de Toledo y primado de España. Se cumplen, pues, 50 años de su muerte. Tres días más tarde se produciría su entierro en la catedral, al que asistimos unas 30.000 personas. Y digo “asistimos” porque yo estuve esa tarde de verano contemplando la comitiva y viviendo el momento histórico del fallecimiento de quien había pastoreado la diócesis desde 1942. Yo era entonces un adolescente, residente en el vecino municipio de Nambroca. Mi padre había muerto varios años antes, cuando yo tenía 13 años, y vivía con mi madre y mis hermanos. Aquella tarde decidí asistir al sepelio: me puse en la puerta de mi casa, en la calle Real, por la que pasaba la carretera, e hice auto-stop. Inmediatamente un coche paró y pude llegar a la catedral, donde había una verdadera multitud. Probablemente el conductor se sorprendió: un chaval parando un coche en la carretera y era para asistir al entierro del cardenal… Aún recuerdo la emoción del momento: estar en esa inmensa, bellísima y abarrotada catedral, con más de una veintena de obispos, autoridades y gran parte de la ciudad despidiendo al Primado, me produjo una honda impresión. Yo, con 15 años, no tenía aún la formación y la experiencia que me hicieran valorar la contribución del cardenal Pla. Y estas imágenes están entre las que más nítidamente conservo de aquel tiempo en el que triunfaba la revolución del 68 y yo era un inquieto chico de pueblo.
Años más tarde, en mi juventud, ya residiendo en Toledo, escuchaba las “leyendas urbanas” sobre el cardenal: que por culpa de él no había empresas en Toledo, que prohibía los bailes… También me llegaban las críticas al cardenal por haber apoyado el franquismo, que fue el cardenal del Régimen… Pero personas que le conocieron bien y, sobre todo distintos libros y publicaciones, me permitieron conocer a este cardenal que hoy creo es muy desconocido incluso en la diócesis de Toledo. Yo sabía, porque lo había experimentado, que en la calle de los Bécquer hizo instalar un economato para obreros y personas con necesidad. Allí trabajaba mi padre cuando enfermó y falleció a los pocos días en la nochevieja de 1965. Y justo al lado estaba el local de la Iglesia que acogía a los sectores más activos de la ciudad: en ese local, en los inicios de los años setenta, hice mis primeros recitales poéticos, escuché a los cantautores y organizamos lecturas de poesía social que no era posible difundir en otros locales de Toledo. Allí estaban cristianos comprometidos y muchas personas secretamente de izquierdas que años después, con el advenimiento de la democracia, expresarían con libertad sus ideas.
Aunque he donado a la Biblioteca de Castilla-La Mancha buena parte de mis libros, entre los que conservo hay tres títulos sobre Pla y Deniel: Enrique Pla y Deniel. Un cardenal fiel y prudente (Edibesa, 2008), escrito por quien mejor le conoció en vida: Antonio Sainz-Pardo Moreno; El Primado de España. Veinticinco años de pontificado del cardenal Pla y Deniel en Toledo (Diputación de Toledo, 1967) y 20 años de pontificado (Toledo, 1962), ambos escritos por el periodista Luis Moreno Nieto. Imposible resumir su obra e iniciativas en un artículo periodístico, por lo que invito a leer esos títulos.
Sí puedo recordar algunas de las claves de su pontificado. Lógicamente le tocó reconstruir la diócesis: la mayor parte de las iglesias destruidas o gravemente afectadas, y más de la mitad del clero asesinado, hacían necesario un plan de reconstrucción y de seminarios. El 15 de abril de 1943 hizo pública la Carta Pastoral “La restauración cristiana de la Archidiócesis de Toledo”, verdadero programa diocesano, que llevó a cabo con gran dedicación.
Fue el cardenal de los obreros. No sólo por las iniciativas de tipo material. Puso en marcha los movimientos especializados de Acción Católica para los trabajadores, como la HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica) y la JOC (Juventud Obrera de Acción Católica). El actual consiliario diocesano de la HOAC, Vicente Cerrillo, acaba de publicar en el boletín Padre Nuestro un luminoso artículo sobre el papel del cardenal Pla en este ámbito. En realidad fue un defensor de la Doctrina Social de la Iglesia, que materializaba especialmente en los obreros: el derecho a un salario justo, el derecho a reunirse… Su preocupación por el problema social de España le llevó en 1958 “a criticar a los empresarios que no cumplían sus deberes de justicia y caridad para sus empleados”. Monseñor Rafael Torija de la Fuente, en su artículo “El cardenal de los obreros”, cuenta con emoción que Pla afirmaba: “Jamás he gozado tanto como cuando me hallo entre los obreros” y refiere que ya con cerca de 90 años recibió a un grupo de obreros de una gran empresa; les escuchó sin prisas, interesándose por sus problemas y se ofreció a trasladar sus dificultades a las autoridades. Cuando salían del despacho un obrero que nunca había estado tan cerca de un obispo, comentó: “Esto lo tienen que saber todos los de mi taller. No saben que el Cardenal es así”.
Por otro lado, es poco conocida la firme oposición que el cardenal mostró al Gobierno en distintos asuntos. Por ejemplo, tuvo una firme postura contra el carácter de los sindicatos verticales, “porque no estaban conformes con la Doctrina Social de la Iglesia”, un episodio que terminó en una reunión con el Jefe del Estado en la que además de Pla participaron los arzobispos de Valladolid y Zaragoza, asumiendo la representación del conjunto de la Iglesia española. Fue defensor de la autonomía e independencia de la Iglesia, y decía: “Una Iglesia limitada por la autoridad civil y dependiente de ella, no puede ser la verdadera Iglesia fundada por Cristo.” Y como fondo una actitud en contra de la censura en la información.
En 1951 convocó un Concilio Provincial, y en 1958 participó en el cónclave que eligió Papa a Juan XXIII. Luego vivió activamente el Concilio Vaticano. II, en su primera etapa, formando parte del Consejo de Presidencia. Y en 1963 en el cónclave que eligió Papa a Pablo VI, quien visitó al cardenal Pla en su habitación al día siguiente de su elección, tras enfermar durante las sesiones.
Falta escribir una obra de conjunto sobre el pontificado del cardenal Pla y Deniel. Merece ser conocido y nuestro respeto y aprecio. Quienes le trataron de cerca le califican como hombre prudente y bueno, hombre de Dios, defensor de la Iglesia y defensor a ultranza de los obreros, a quienes siempre protegió y valoró. El Papa Pablo VI, cuando conoció la muerte del cardenal Pla y Deniel, remitió el siguiente telegrama de pésame al Obispo y Cabildo Primado: “Sirvió y amó generosamente a la Iglesia”. Y, ante el testimonio espiritual que dejó escrito el cardenal Pla, los sacerdotes diocesanos escribieron: “Para sus sacerdotes, Padre justo, bueno, edificante; firme impulsor del apostolado seglar, restaurador en espíritu del Evangelio, cumpliendo siempre la voluntad del Padre, en la Paz de Cristo. Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre.” (Mt. 12,50). Sin duda fue uno de los grandes arzobispos toledanos, y a quien contemplé con mis ojos de infancia y adolescencia.