Se ha celebrado una huelga de las trabajadoras de las escuelas infantiles. Sí, digo bien, trabajadoras de las escuelas infantiles. Porque, aunque la huelga es del colectivo de profesionales que trabajan en la educación de 0 a 3 años, para paralizar un convenio que hace permanente la precariedad salarial y de jornada actual, la realidad es que se trata de un empleo desempeñado casi en su totalidad por mujeres. Y claro, ahí está el quid de la cuestión: una profesión que evoluciona desde las tareas del cuidado y lo desempeñan mayoritariamente mujeres, estaba condenado a una precarización permanente.
Obvio decir que apoyo la huelga, cómo no, si además tiene todas las reivindicaciones posibles para ser una huelga feminista: es de mujeres; afecta a los cuidados; afecta al ámbito laboral; involucra al ámbito educativo y con toda seguridad afectaría al consumo si dejamos de considerar las “guarderías” como un servicio donde se depositan los niños y niñas, para considerarlas lo que ya de nombre son, escuelas infantiles donde se educan niños y niñas a través de un servicio público.
En todo caso, feminista o no, la huelga es justa. Menos justos son aquellos que consideran que los cambios que se piden en el convenio van a dificultar la conciliación de los padres y madres de los alumnos y que eso va en detrimento de las mujeres, dado que sobre ellas recaen las tareas del cuidado mayoritariamente. Porque debe ser, claro, que las maestras infantiles no concilian. O no son mujeres. A aquellos que estén tentados a pensar que pueda existir un conflicto con los colectivos feministas porque “la conciliación” suele introducirse en los discursos sobre igualdad, deberían plantearse ir al rincón de pensar. La conciliación es una responsabilidad social.
El hecho de que afecte más a las mujeres es una consecuencia y constatación de que tenemos un modelo sociolaboral machista que las empuja a conformarse con trabajos precarios, y a responsabilizarse mayormente de las cuestiones familiares (cuidado de enfermos, excedencias, reducciones de jornada…) porque en el entorno familiar su salario y su empleo suele ser el menos relevante y estable. Un ciclo que solo se puede romper si hay una implicación de las Administraciones públicas y de las empresas. Las mujeres de colectivos feministas no solo debemos apoyar la huelga, por sororidad deberíamos ayudar a hacerla.
Menos justos son también aquellos que piensan que la mejor forma de conciliar es ampliando el horario en que un niño o una niña están fuera de casa. Está claro que España y Europa tienen un modelo social que aún destila desigualdad y sigue valorando muy poco los cuidados a pesar de que sostienen el modelo productivo. Las diferencias de género relacionadas con el trabajo de los cuidados no han experimentado una mejora significativa durante los últimos 20 años. Llevaría 200 años igualar el trabajo en el hogar de hombres y mujeres.
Hay que plantearse un cambio en el modelo laboral con otro tipo de jornadas que favorezcan la conciliación a todas las personas y el pleno empleo, pero también es necesaria una ley europea de conciliación familiar que incluya los estándares mínimos de permisos materno-parentales en relación con el nacimiento y cuidado de los hijos; que incorpore la obligación de los estados en el suministro de un paquete básico de prestaciones para las entidades familiares, una apuesta clara de la Administración por la colectivización de los cuidados.
Eva Jiménez Rodríguez. Candidata de Actúa a las Elecciones Europeas y Concejala de Servicios Públicos de Ayuntamiento de Toledo por Ganemos Toledo