Lo bueno y lo menos bueno de estos cuatro años de gobierno en Toledo no ha sido cosa de unos pocos. Hemos representado a un movimiento ciudadano (Ganemos Toledo) y hemos trabajado siendo conscientes de la responsabilidad que supone esto en todas las políticas que hemos puesto en marcha, con mayor o menor acierto. Nuestro objetivo principal ha sido dar voz a la ciudadanía y contar con ella en todo momento. Los presupuestos participativos han sido una de las apuestas más importantes de estos años. Y ha sido así, porque no creemos en el ordeno y mando del que se enorgullecen otros partidos.
Seguramente, la clave está en superar el modelo de partido tradicional. La sociedad ha cambiado y la política tiene que adaptarse a los tiempos, por eso planteo unas reflexiones en estos días en los que hemos conmemorado el 15-M y en los que nos hemos enfrentado a varios procesos electorales.
Los partidos tradicionales de izquierda han basado su estrategia históricamente en la organización y en el control de la misma. Después del histórico movimiento ciudadano del 15-M nació Podemos (un partido que, por cierto, se parece poco al actual Unidas Podemos). El Podemos inicial nace del hartazgo de la ciudadanía provocada por la reiterada corrupción política y une e ilusiona de manera transversal a millones de personas en torno a varios objetivos comunes. Entre otros: luchar contra la corrupción, defender la sanidad y la educación pública, defender los servicios y ayudas a la dependencia y luchar contra los desahucios y a favor de la igualdad.
El lema del movimiento fue significativo: “No nos representan”, y el sentimiento social era el de que nos habían estado estafando durante años y no estábamos dispuestos a seguir permitiéndolo. Pues bien, en pocos años se ha transformado el espíritu del 15-M y del inicial Podemos (un partido que nace de la gente y que hacía asambleas en las plazas de las principales ciudades españolas dando voz a la ciudadanía) en un partido clásico de izquierdas, cerrado y representado, además, por dirigentes históricos de la izquierda más sectaria.
Creo que una coalición de partidos o cualquier fórmula que sirva para sumar es buena, pero desde luego no es el espíritu de la oportunidad histórica que nos brindó el 15-M. De esta transformación partidista y melancólica de Podemos nacen fracturas entre los fundadores del partido y entre sus gentes. En mi humilde opinión es un error estratégico muy grave, y si de verdad queremos cambiar las cosas, necesitamos a muchas personas, estar unidos, nadie sobra.
Isa Serra, candidata de Unidas Podemos a la Comunidad de Madrid, ha dicho: "No levantamos un proyecto desde las plazas para darle un cheque en blanco al PSOE”. Quizás la cuestión sería otra. ¿Por qué nos encontramos ante este dilema? Desde luego algo hemos hecho mal. Hace unos años todo apuntaba a la caída de los partidos que han representado el bipartidismo. Puede que el enemigo lo haya hecho muy bien y hayamos picado. En las Elecciones Generales del 28 de abril se ha dado una situación inédita en la historia de nuestra democracia. Cinco partidos se han presentado con opciones serias de obtener una importante representación en el parlamento. Mi pregunta es que a qué parte del electorado del país queremos representar. ¿Queremos un sistema de partidos de pluralismo muy polarizado y con tendencias centrífugas y oposiciones bilaterales o un pluralismo moderado con tendencias centrípetas? ¿Queremos ser el 10 % del sistema electoral o el 25 %? ¿Queremos tener la posibilidad real de gobernar y ser oposición constructiva o no queremos gobernar nunca y queremos ser oposición irresponsable con propuestas irreales e irrealizables? De momento, estas elecciones han demostrado que el PSOElo tiene claro. Otra pregunta que deberíamos hacernos es: ¿Por qué ha votado la gente al PSOE? La gente que le gritaba a Sánchez “Con Rivera, no” o “Sí Se Puede”, el mismo PSOEque representa el espíritu de la transición.
Quien pensara que esto iba a ser fácil estaba muy equivocado. Costó muchísimo esfuerzo construir candidaturas de confluencia en 2015. Aún así se hicieron en muchas ciudades, montando primarias abiertas. Hubo que tirar de generosidad, transparencia y participación. Mucha gente creyó que era posible transformar las instituciones desde abajo y los resultados fueron históricos en toda España. En Toledo se obtuvieron casi 7.500 votos, a unos 20 de sacar cinco concejales (a unos 20 votos de un resultado Ganemos Toledo, 5, PSOE, 8). Y entramos en el gobierno elegidos y respaldados por las vecinas y vecinos de nuestra ciudad.
La gente se organiza de muchas formas que contribuyen al buen funcionamiento de las ciudades. Nos gusta vivir, la sociedad actual está repleta de actividad, tenemos muchas preocupaciones y frentes abiertos, quizá no demos mucha importancia a cosas que puede que sean importantes. A mi juicio es saludable un mínimo de organización, reunirnos, disfrutar de la vida y hablar de política, porque la política es parte de nuestras vidas.
Ahora que ha pasado el tiempo y que ha ganado la batalla contra las confluencias la parte fea de las organizaciones. Ahora que hemos visto los desastrosos resultados, yo me pregunto junto a nuestras y nuestros votantes: ¿Esto es lo que queremos? ¿Queremos que unos pocos afiliados a un partido sigan imponiendo su criterio? ¿O queremos una confluencia formada por plataformas, sindicatos, coordinadoras de Ongs, asociaciones vecinales y ciudadanía independiente? Yo opto por esta opción, pero entiendo que todas y todos somos responsables de la construcción de la realidad que queremos, tanto en una dirección como en otra.
En definitiva, esto también va de qué queremos ser y de a cuánta gente queremos en nuestro proyecto. ¿Queremos cantar flamenco puro para veinte personas o llenar estadios como Rosalía?
Diego Mejías es concejal de Juventud y Cooperación para el Desarrollo en funciones en el Ayuntamiento de Toledo y miembro de Ganemos Toledo