El agujero
Hace apenas un mes, la UGT entregó a Luis Pastor el premio “Julián Besteiro” de las Artes y las Letras, reconociendo su compromiso con la libertad y la lucha solidaria. En aquel acto, su secretario general pidió a los cantautores que siguiesen en la brecha, porque “hoy –dijo-, más que nunca, necesitamos vuestras canciones críticas y vuestros poemas”. Días después de recibir tal galardón, el creador extremeño ha vuelto a toparse con la censura más hiriente, como tantas veces le sucedió antaño.
En su canción “Están cambiando los tiempos” (1977), Pastor decía a los nostálgicos de la Dictadura que, aunque les pesase, soplaban nuevos vientos, que una inmensa mayoría de españoles exigían libertad, razón y derecho a vivir sin amos y que por mucho que le llamasen, Franco no saldría del agujero.
Cuarenta y cinco años después, el cuerpo del general sigue enterrado en el Valle de los Caídos, sin que los intentos por afrontar su exhumación desencallen de la maraña administrativa judicial en que han varado. Y aunque remover la pesada losa que cubre sus restos se haya convertido para Pedro Sánchez en una tarea hercúlea, esos mil quinientos kilos de granito no han impedido que los herederos ideológicos del dictador hayan alcanzado en estos últimos meses una influencia política e institucional como jamás pudieron imaginar.
Lo han conseguido gracias a la mano que desde el Partido Popular y Ciudadanos le están tendiendo en diferentes lugares de España. Sin complejos, la ultraderecha está logrando que Casado y Rivera vayan cediendo a sus pretensiones y, en cierto modo, marcándoles el paso en sus aspiraciones para gobernar ayuntamientos, diputaciones y comunidades autónomas. Lo ocurrido en Madrid con el concierto de Luis Pastor y su hijo Pedro es un eslabón más de esta preocupante cadena de claudicaciones revanchistas. Por eso urge que en el Congreso de los Diputados no se maximicen posiciones excluyentes y se apueste decididamente por conseguir un gobierno progresista y de izquierdas que dé respuestas políticas, económicas y sociales firmes ante quienes pretenden devolvernos al pasado. Millones de personas votamos en abril para que así fuese. Negocien, entiéndanse y dejen de desconfiarse, porque ni quiero volver a las urnas en noviembre ni al inquietante agujero neofranquista que algunos andan reabriendo.