El nuevo hospital de Toledo debería representar nuevas y magníficas oportunidades para la Medicina, no solo en el ámbito de nuestra región sino a nivel nacional. Si uno atiende a los detalles esclarecidos del mencionado hospital en las noticias hasta ahora publicadas (y al alcance tanto de expertos como de profanos), los únicos datos aportados son aquellos estrictamente numéricos, que hacen mención bien al número de habitaciones o de quirófanos, o de aparatos de una clase u otra, o de inversiones realizadas o a realizar en base a presupuestos, o bien del número de personas que hará falta contratar. Todo ello desde fuentes gubernamentales que, eso sí, se afanan en acompañar -aportando una "vitalísima" información gráfica- de imágenes de visitas del presidente de la Junta y del consejero de Sanidad.
Permítanme que no pueda evitar retrotraerme a tiempos del NO-DO, con aquellas inauguraciones de grandes hospitales por parte del autoproclamado "Generalísimo". Y es, sin duda, es innegable que de aquella "sanidad franquista" queda más de lo que parece. No pocos de los grandes hospitales de gestión pública fueron construidos entonces y fue aquella la época del nacimiento del Instituto Nacional de Salud (Insalud), que marcó un modelo de gestión y política social. El hito que permitió realmente que la Medicina realizada en España adelantara de siglo y pudiera equipararse a las de mayor calidad del mundo, el establecimiento del sistema MIR (capacitación de médico interno residente), también tuvo lugar en esos tiempos, ideado no por ningún gran gestor sanitario ni ministro sino por un grupo de médicos formados en Estados Unidos que regresaron a España en 1963 y que, en el hospital General de Asturias, pusieron en marcha unos programas de internado rotatorio y de residentes a semejanza de los planteados por el prestigioso cirujano y precursor William Halstead, quien fue responsable en Baltimore, a finales del siglo XIX, de la introducción del primer programa de residentes de cirugía. En 1964, don José María Segovia de Aran, junto con los doctores Rojo y Figuera Aymerich, fueron los impulsores en el Puerta de Hierro de Madrid del conocido posteriormente como sistema MIR hospitalario, que fue incorporándose al resto de hospitales de la red pública ante los excelentes resultados obtenidos.
Estas son algunas de las bases... pero estos son otros tiempo muy diferentes y no menos complejos. La Medicina ha evolucionado mucho desde entonces. Y el grado de innovación en esta ciencia, que ha sido brutal en las últimas décadas, no ha ido acompañado del mismo nivel de innovación en las estructuras organizativas de los hospitales en nuestro país. Han aumentado exponencialmente los puestos directivos (sin que quede claro si existe una mejor gestión económica), pero los servicios médicos siguen siendo jerárquicos e independientes, con plazas fijas perpetúas y sin muchos cambios en las plantillas, salvo jubilaciones. Un nuevo hospital, como el de Toledo, debería estructurarse modernamente por áreas de conocimiento y no tanto por los clásicos servicios médicos. Esto permite una optimización de los recursos (cada vez más limitados ante un aumento imparable del gasto sanitario) y una mayor eficacia para la institución y para con los pacientes. Un Área de Neurociencia incluiría, por ejemplo, la Neurología, la Neuropsiquiatría, la Neurofisiología, la Neurorradiología y la Neurocirugía, sin olvidar los equipos de investigación en esa área que, adscritos a ese mismo departamento, permiten, con menos recursos, un crecimiento exponencial académico, de saber y competitivo de sus miembros. Y lo mismo para el área de cáncer, cardiovascular, aparato locomotor, etc.
Necesitamos profesionales del más alto nivel. Tenemos una oportunidad única de intentar incorporar el mayor número de grandes expertos en las diferentes áreas del hospital. Existe un número considerable de prestigiosos médicos españoles brillantísimos en hospitales y universidades del extranjero a los que se debería intentar atraer al nuevo proyecto de hospital de Toledo. Desconozco sí la Consejería de Sanidad ha establecido una Comisión de Expertos que trabaje en todos estos temas desde hace tiempo. Si existe, es todo un misterio quiénes la forman y qué criterios y objetivos han desarrollado. Como en la sombra queda para la ciudadanía qué tipo de hospital y qué plan estratégico es el que se ha proyectado realmente. Pues -y no es una opinión personal- los hospitales líderes modernos deben cumplir una serie de condiciones que desconozco sí están planteadas en el futuro Hospital de Toledo: deben organizarse por equipos orientados a procesos con modelos de atención integrada; la investigación básica y traslacional debe estar incorporada en la organización, así como la educación sanitaria y la formación a profesionales; debe ser una organización que permita la transparencia en materia de calidad asistencial y seguridad para el paciente y que proporcione, de continuo, indicadores de referencia; el área de influencia y el servicio dado por el hospital no debe reducirse a las instalaciones estrictamente hospitalarias: programas de divulgación sanitaria, telemedicina, apoyo a centros de salud/residencias, atención a domicilio, etc.
Este nuevo hospital puede ser una oportunidad ganada o perdida. La ambición política y social en los tiempos actuales no debería buscar la simple resolución de problemas. La buena aspiración política debería, en cambio, explotar las oportunidades si quiere obtener las mejores soluciones. No se trata de enmendar "la falta de camas en un hospital antiguo" con la apertura de unas cuantas más en una infraestructura nueva. Ante el esfuerzo enorme que todos hacemos como sociedad para la construcción de este nuevo hospital, ninguno debería eludir sus responsabilidades ni silenciar sus anhelos. Es incontestable que la mejor manera de obtener un gran futuro es, sin duda alguna, creer en él. Y crearlo.
Manuel Doblas es doctor en Medicina y Cirugía, además de cirujano vascular "emérito" del Complejo Hospitalario de Toledo.