Dos ideas para gestionar mejor el flujo de paseantes y turistas en la Navidad de Toledo
Durante el pasado puente de la Constitución, en Toledo hemos disfrutado de la asistencia de miles de visitantes, tanto turistas como lugareños que viven fuera o los propios habitantes de la ciudad que disfrutamos paseando por nuestro centro histórico.
Y digo disfrutando porque considero el turismo como una bendición, tanto económica como cultural, que debemos defender ante ciertos ataques que de modo absurdo intentan demonizarlo con el consiguiente riesgo que conllevarían sus proclamas, tanto para nuestra economía como para nuestro patrimonio, pues es por todos conocido que el monumento que antes se degrada es aquel que nunca es visitado. El turismo es una gran fuente de empleo y genera muchos ingresos (tanto a los comerciantes como, vía impuestos, a la administración) que benefician a todos directa e indirectamente.
Sin embargo, el turismo, como cualquier otro fenómeno masivo debe ser gestionado. Esa palabra, gestión, que implica trabajo, mesura y paciencia, es la que tan poco aparece en nuestra desgraciadamente agresiva realidad en los debates y las redes sociales en España, sea cual sea el asunto. Y sin embargo, la gestión es la clave. Por ello, intentaré desde un punto de vista siempre constructivo, dar algunas ideas surgidas de mi experiencia personal, que el pasado sábado afiancé en mi cabeza en un multitudinario (pero precioso y alegre) paseo con mi familia por el centro de la ciudad.
No hablaré aquí del tráfico rodado sino del tráfico de peatones, que también debe ser gestionado, y que en muchos puntos del planeta ya se está haciendo con evidente éxito.
El principal problema de apelotonamiento y congestión peatonal de Toledo en días de afluencia masiva se produce tanto en las zonas más estrechas de la calle Comercio como, principalmente, en Hombre de Palo. En mi opinión, ello se debe a un flujo "inconsciente" de la mayoría de personas que simplemente siguen un camino en este caso guiados por las luces (en varios momentos escuché a visitantes con acento no local preguntarse cuál era el camino a lo que respondían entre ellos: "tú sigue a las luces y a la gente, que seguro que acertamos".
En este sentido, y más en fechas navideñas, es muy sencillo implementar medidas que repartan el flujo por las demás calles. Todos pudimos ver el sábado cómo las calles Tornerías y Martín Gamero presentaban un flujo de personas muy inferior y además su iluminación es mucho menos vistosa que el eje Comercio-Hombre de Palo. Ello genera una retroalimentación del problema que debe paliarse con medidas inteligentes: ¿no hablamos de la necesidad de repartir los flujos más equitativamente? ¿Por qué, entonces, no incentivar este reparto iluminando Martín Gamero, ChapinerÍa y Magdalena-Tornerías con un nivel al menos similar al eje Comercio-Hombre de Palo? Seguro que tanto los comerciantes de estas vías como los residentes del eje más transitado agradecerían este reparto más equitativo. Esta medida podría ser ampliada a la Cuesta de Belén-Calle de la Plata.
Sumado a ello, en la Plaza de las 4 calles se hace necesario en momentos de gran colapso que -al igual que se hace con los coches- un agente priorice los sentidos de marcha impidiendo el paso a los paseantes (los residentes, evidentemente, no) a la calle Hombre de Palo, que en un altísimo porcentaje se dirigen a la Catedral, derivándolos por Chapinería y Martín Gamero, quedando en esos momentos concretos la calle Hombre de Palo solo para el flujo opuesto, es decir, el de entrada a la plaza de las Cuatro Calles. De este modo, se generaría un gran anillo de peatones alrededor de toda la catedral (Plaza Mayor- Sixto Ramón Parro-Cardenal Cisneros) que repartiría el tránsito haciendo mucho más transitable el centro, permitiendo a muchos visitantes conocer otras calles que de otro modo "se pierden" al seguir como borregos a la masa y generando incómodos -y peligrosos- embotellamientos y situaciones desagradables en Hombre de Palo.
La figura de "agentes turísticos" similares a los "agentes de movilidad" ayuda ya en muchas ciudades con gran éxito a resolver situaciones similares, siendo muy aplaudida por todos: visitantes, residentes y comerciantes, porque en entornos de flujos controlados uno pasea mejor, está de mejor humor, consume más, guarda mejores recuerdos y, en definitiva, se lleva a su casa una imagen de la ciudad mucho más positiva que si el turismo masivo no es gestionado.
Estoy convencido de que aún estamos muy lejos de alcanzar el límite de nuestra capacidad de acogida de turistas, pero es bueno tener cintura y afrontar los momentos de gran afluencia para ser no solo líderes en visitantes sino también líderes en gestión inteligente del turismo con atención a todas las personas implicadas.
Estas dos medidas, bien sencillas, estoy seguro de que ayudarían en gran medida durante las próximas Navidades a que el paseo del que disfruté el pasado sábado junto a miles de personas sea aún más agradable.