El Comentario

Vía 221 (si así lo prefieren)

16 diciembre, 2019 00:00

Más allá de la ideología de cada cual -liberal, socialdemócrata, conservador, comunista, etcétera- parece que admite poca discusión, por evidente, el hecho de que el candidato que ha recibido el encargo del Rey de encontrar apoyos para una eventual investidura, Pedro Sánchez, ha decidido buscarlos en partidos extremistas, nacionalistas y separatistas. Por supuesto está en su derecho constitucional de hacerlo, pero reconozcan que no deja de ser curioso que la gobernabilidad de España quede en manos de quienes hace tan solo unos meses han declarado, siquiera simbólicamente, la independencia de Cataluña. Hasta el lector más de izquierdas, más republicano, me dará la razón si recelo que poco interés puede tener Rufián en que le vaya bien al país del que se quiere largar dando un portazo.

Tengo buenos amigos votantes del Partido Socialista. Mantengo, como es natural, relación cordial con no pocos cargos públicos de esta formación, a la que respeto desde la discrepancia. Y debo decir, con toda franqueza, que no entiendo la deriva a la que Sánchez está sometiendo al PSOE, un partido que, con sus virtudes y sus defectos, en otro tiempo desempeñó un papel esencial en favor de la consolidación de la democracia liberal que desde hace 42 años disfrutamos. Es más, estoy convencida de que hay miles de votantes socialistas -seguro que muchos de ellos en Castilla-La Mancha- que comparten mi apreciación y mi preocupación. Y no solo votantes. Es una lástima que sea un nacionalista como Iceta quien esté marcando, como ya es más que obvio, el paso del PSOE a nivel nacional, relegando a los llamados “barones” a un discretísimo segundo plano. O tercero.

Ante la actual situación, Inés Arrimadas, portavoz de Ciudadanos en el Congreso de los Diputados, ha puesto encima de la mesa una alternativa que implicaría hacer de la necesidad virtud. Si la “vía Sánchez” es un Gobierno del PSOE con Pablo Iglesias -fórmula que el propio Sánchez admitió que no permitiría dormir tranquilo al 95% de los españoles- bajo la dirección de Esquerra Republicana, cuyo principal líder, Oriol Junqueras, permanece en prisión cumpliendo una pena de 13 años por un delito de sedición con malversación, la “Vía Arrimadas”, en cambio, consiste en un Ejecutivo socialista que gobernaría en solitario sostenido por una mayoría sólida formada por el PSOE, Ciudadanos y el PP (que suman 221 diputados) en virtud de un gran acuerdo de investidura que implicara un escenario de estabilidad sobre el que llevar a cabo una serie de reformas en materias tan importantes como la educación, la sanidad, el empleo o la lucha contra la despoblación, por citar solo algunas, y que supondría, por descontado, dejar fuera de la ecuación a los dos partidos de los extremos y a los separatistas. Lo que Ciudadanos pide a Sánchez es que cambie de vía, valga la expresión, para evitar el desastre.

Claro que podrá alegarse que, más allá de la conveniencia de la fórmula planteada por Ciudadanos, la aritmética demuestra que el partido naranja es del todo innecesario para la suma, pues sus exiguos diez escaños palidecen ante los 211 que acumulan el PSOE y el PP. Pero la utilidad política no siempre se corresponde con la utilidad aritmética. Y sucede que estos dos partidos son incapaces de llegar a acuerdos de Estado entre sí, como llevan décadas empeñados en demostrar. Al parecer, atávicos antagonismos o cálculos electorales contemporáneos se lo impiden. La utilidad de Ciudadanos radica precisamente en que su inclusión en la fórmula suavizaría dicha unión hasta el punto de hacerla posible, sirviendo el partido de centro como “puente” entre el partido socialdemócrata y el conservador. Acaso porque de los tres, solo Ciudadanos encarna realmente el espacio moderado, reformista y libre de prejuicios que habría de ocupar dicha mayoría constitucionalista.

La pelota está, pues, en el tejado de Sánchez, que ya no podrá decir aquello de “no me han dejado otra salida”. Si Sánchez mira al centro encontrará un campo abierto de estabilidad para gobernar cuatro años sin las hipotecas de Iglesias y Rufián -valga la redundancia-. Si elige la “vía Arrimadas” dará por primera vez la talla de un estadista digno de presidir nuestro país. No podré creer, llegados a tal punto, que Casado no dé la talla también. Si es por la paternidad -maternidad, en este caso- de la vía, cambiemos el nombre. Llamémosle “vía España”, “vía Constitución”, “vía estabilidad” o como diantres prefieran. “O vía 221”. Y bienvenidas sean todas aquellas voces valientes que empiecen ya a sumarse a la solución y a desmarcarse del problema. Quien se atreva a dar el paso de plantear de manera firme e inequívocamente explícita la conveniencia de la opción constitucionalista, sea del partido que sea, tendrá todo mi apoyo y el de mi partido, ténganlo claro. Después de todo, llegados a este punto de inflexión no estamos ya para mirarnos de reojo.

Carmen Picazo. Portavoz del Grupo Parlamentario Ciudadanos en las Cortes de Castilla-La Mancha