Se abre nuevamente en España el debate sobre la eutanasia y será en el Congreso de los Diputados donde se decidirá si se tramita una ley que despenalice esta práctica y que a su vez la reconozca como un derecho individual, suponiendo una clara colisión con el derecho a la vida.
El texto de la proposición de ley establece que podrán solicitar la prestación de ayuda para morir toda persona mayor de edad y en plena capacidad de obrar informada y que se encuentre en los supuestos de enfermedad grave e incurable o de enfermedad grave, crónica e invalidante causantes de un sufrimiento físico o psíquico intolerables.
Se pretende crear un derecho por consenso social, convirtiéndose así el Derecho en el creador de las normas morales para la vida social. Ya ocurrió lo mismo con la ley del aborto, que al despenalizarlo para determinados supuestos, dejaba de ser delito para esos casos y enviaba a su vez el mensaje a la sociedad de que se aceptaba matar al no nacido para los supuestos establecidos en la ley, dejando de ser por tanto una acción moralmente mala para gran parte de la sociedad.
Con la pretendida ley de la eutanasia, al igual que ocurrió con la ley del aborto, se pretende un derecho a la muerte que forma parte de una cultura de la muerte, precisamente cuando el desarrollo de la medicina nos permite vivir más que nunca.
El causar la muerte de alguien, ya sea de forma activa o pasiva, implica una acción transitiva que busca matar, lo que siempre es inmoral por ser contrario a la ley natural y a los más elementales principios de la ética.
La vida es un derecho que le corresponde a todas las personas desde su concepción hasta la muerte natural. Es un derecho universal que no se puede limitar a nadie, como tampoco se debe poner a nadie en la disyuntiva entre matar o no matar.
Si fruto del consenso se aprueba la ley de la eutanasia, estaremos ante una ley tiránica, que no garantizará la justicia y que atacará frontalmente al derecho a la vida, el primero de los derechos sobre los que se sustenta el resto de derechos. Una sociedad que acepta la eutanasia ha perdido el sentido del bien y del mal, pretendiendo el hombre ser, en definitiva, el dueño de la vida, ser como Dios.