Mujeres sin tutelas
Dijo Clara Campoamor que «es imposible imaginar una mujer de los tiempos modernos que, como principio básico de individualidad, no aspire a la libertad». La frase resume el concepto de feminismo que muchas mujeres defendemos. Concretamente las que no queremos ser tuteladas por los hombres pero tampoco por otras mujeres. Y es que el feminismo es un movimiento tan rico, tan grande, tan importante, que no admite ser uniformado ni, mucho menos, utilizado por determinadas ideologías no como legítima bandera de avance efectivo sino como aliento de la división social y elemento de estigmatización de quienes se alejen de la postura oficial.
Lo estamos viendo de manera muy clara en los últimos tiempos. Una parte de la izquierda está usando el feminismo —como las políticas laborales, la memoria del Franquismo, la inmigración o la respuesta a la amenaza independentista— como espantajo para el enfrentamiento entre dos mitades de la población, provocando la confrontación y, paradójicamente, acusando a cualquier disidente de la doctrina oficial de estar sembrando la crispación y la cizaña, todo ello desde una virtual superioridad moral según la cual viene a suponerse la idea general de que toda idea de progreso y de defensa de la democracia misma pasa por la aceptación incontestable de lo que esa izquierda decida emprender en cada momento.
Esta operación explica la altivez de la vicepresidenta Carmen Calvo cuando, hace algunos meses, nos reñía a todas las feministas que no tenemos carnet socialista. “No, bonita, el feminismo es nuestro”, presumía, arrogante. Esa actitud soberbia, en combinación con la militancia de las asociaciones supuestamente feministas que, sin embargo, callan cuando el Gobierno se niega a investigar el caso de las menores que, estando bajo la tutela del ejecutivo socialista de Baleares, fueron prostituidas, genera una antipatía perfectamente comprensible. Esta impostura provoca en una parte importante de la sociedad española, más allá de ideologías, un claro desapego hacia la causa feminista que solo puedo lamentar.
Por todo ello aprovecho la oportunidad de estos días próximos al 8 de marzo para reivindicar que el feminismo no puede ser patrimonio de nadie. Quien lo rechace, allá él. O ella. Pero que nadie se sienta moralmente autorizado para repartir carnets de feminista, y mucho menos a cuenta de intereses electoralistas. El movimiento feminista ha reclamado históricamente dos pilares esenciales para cualquier demócrata: la igualdad y la libertad. Sobre esos principios, pues, solo cabe reivindicar la libertad para reclamar la igualdad. Y para defender un feminismo plural, integrador, orientado a la aportación efectiva de soluciones.
En Ciudadanos luchamos por la plena igualdad entre hombres y mujeres. Ese compromiso es firme y no se negocia. Así lo hemos demostrado a través de nuestra acción política en las instituciones, que es donde hay que pelear. Gracias a Ciudadanos, hoy los padres disfrutan de 3 semanas más de permisos de paternidad, las madres autónomas tienen más ayudas y se ha firmado un Pacto de Estado contra la violencia machista —con el voto a favor de todos los partidos, excepto de Podemos—. En los Presupuestos Generales del Estado de 2018, además, logramos que todas las familias reciban una ayuda anual de 1.000 euros por cada hijo matriculado en escuelas infantiles entre los 0 y los 3 años. Además, hemos presentado la propuesta más ambiciosa por la conciliación en España: nuestra Ley Cs de Conciliación, Igualdad y Apoyo a las Familias, con el objetivo de que España sea el mejor país para trabajar y tener una familia.
Queremos convertir las políticas de conciliación y familias en un pilar maestro del Estado del bienestar y mejorar nuestra la natalidad, que actualmente está entre las más bajas de Europa. La mejor manera de luchar por la igualdad entre hombres y mujeres es cambiar radicalmente la situación de nuestras familias. Proponemos, además, planes de igualdad para todas las empresas de más de 100 trabajadores, romper el techo de cristal en la empresa –sin imponer, sino contando con el compromiso de las propias empresas– y combatir la brecha salarial con mayor transparencia en las retribuciones de las empresas. Y, por supuesto, estamos convencidos de la necesidad de unir fuerzas, sin fisuras, en la lucha contra la violencia de género, una de las peores lacras que sufre nuestra sociedad.
En definitiva, contra el sectarismo, política útil. Contra la división, unión. Contra la exclusión, suma de fuerzas. Contra la politización, sentido común y responsabilidad. Contra la manipulación, libertad. Por ello estaremos en las movilizaciones del 8 de marzo, le pese a quien le pese. Seamos ciudadanos valientes, tomemos las riendas, juntos, mujeres y hombres, para que nuestra sociedad sea más avanzada, más justa y más decente. Por nosotras, por todos.
Carmen Picazo es la portavoz de Ciudadanos en Castilla-La Mancha