Otro marzo para recordar
Este lunes ha amanecido distinto. Las calles mantienen el silencio, las personas miran extrañadas antes de salir del umbral de su casa como si se preguntaran si están haciendo lo correcto. Hoy caben pocos destinos. El trabajo, la compra, el paseo del perro y, hasta ayer, la peluquería.
España sigue contabilizando afectados por el COVID-19 mientras mantiene el estado de alarma que durará hasta que se consiga que la curva, de la que tanto hemos oído hablar durante la última semana, se estabilice y muestre que por fin hemos conseguido estabilizar la situación.
El silencio hace daño. Ver las calles vacías desde la ventana nos indica que el maldito virus nos ha estallado de lleno. Los “memes” que nacieron con sorna para hablar del problema, hoy se reducen a cenizas y temor generalizado. Ninguno estamos a salvo y, hasta que no lo veamos lejos, seremos incapaces de volver a levantar la vista para volver a hablar de él como una anécdota que consiguió dejarnos en casa durante días.
De fondo el calendario de la pared nos señala que ha vuelto a ser un mes de marzo el que nos tiña el alma de pena. Hace apenas una semana conmemorábamos los dieciséis años del 11-M y hoy hacemos de nuestro hogar refugio para cobijarnos de un virus que ha demostrado lo endeble que es el mundo, empujándonos a una nueva recesión económica cuando todavía miles de familias luchan por sacar la cabeza de la crisis del 2008.
Sin embargo, debemos ser optimistas y quedarnos con las lecciones que estamos aprendiendo. Me emocionan los aplausos convocados para reconocer la labor de nuestro personal sanitario que está doblegando sus esfuerzos para salvarnos a todos, acudiendo a la llamada de auxilio siendo los héroes que el trasiego diario olvida. Junto a ellos, los cuerpos de seguridad del estado (policías, guardia civiles, bomberos...). En realidad es un aplauso para la sociedad al completo, que ha entendido que la única forma de atajar este problema es guareciéndose en su casa y dejar que la tormenta pase de lejos.
Por eso, desde estas líneas, sigo apelando a la responsabilidad de cada uno de los españoles, para que se queden en casa, una frase que se ha hecho viral y que adorna con dibujos los ventanales de nuestras ciudades. Sólo así lograremos vencer al maldito virus y serviremos de ejemplo al resto de países que hoy miran desde lejos lo que está pasando en el nuestro.
Como no podía ser de otra manera, desde AFAMMER hemos actuado de forma responsable. Hoy, cada uno de los que componemos esta gran familia, trabajamos desde casa, aportando nuestro granito de arena de la mejor forma que podemos hacerlo, demostrando que la salud pública está por encima de cualquier otra cosa, porque de nuestra responsabilidad individual dependen las personas más vulnerables, como son los enfermos crónicos y nuestros mayores.
No es momento para hacer balances políticos, para cruzarse reproches con lo que se podía haber hecho y llegó tarde o para lo que se está dejando de hacer y de momento no llega. Es momento de remar todos en una misma dirección para dejar de dar vueltas en círculo y navegar hacia la luz del verano que nos llenará de color y alegría devolviéndonos el ruido y la compañía.
Quedémonos con el valor de los besos y abrazos que hoy no podemos dar. Quedémonos con lo que significa poder salir a la calle y disfrutar de la vida. Estoy convencida que este encierro forzoso ayudará a comprender lo que realmente vale todo lo mundano, en un apartado donde también quedan nuestros pueblos.
Nuestras calles vacías, la falta de servicios, la escasez de algunos alimentos básicos (por la psicosis general), como la leche o la exposición que están sufriendo las ciudades, es lo que a diario se vive en nuestros pequeños municipios y, lejos de resignarse, pelean con su trabajo y sacrificio para que sigan teniendo vida. Por eso, desde nuestra organización elevamos la voz de nuestras mujeres y familias del medio rural cada día. Sin nuestros agricultores y ganaderos, sin nuestros campos, los cimientos de nuestras ciudades se tambalearían.
Debemos reflexionar pero, como escribí anteriormente, no es momento para reproches.
Carmen Quintanilla es presidenta nacional de AFAMMER