Mediocridad y brocha gorda en la política de Castilla-La Mancha
Asistir de espectador al teatrillo cotidiano de la política en Castilla-La Mancha da más pereza cada día. Ay, señor. Espectáculo de mediocridad y brocha gorda, eterno déjà vu en el que van rulando los protagonistas pero con la misma función a cuestas desde no sé cuántas décadas atrás. Un día y otro día: diálogo de sordos, réplica y contrarréplica, que te amago, que te doy, y venga llenar la tribuna de las Cortes y los titulares de los medios de vacío y rimbombancia y reiteración. Y venga insultos y acusaciones cruzadas y ganas de llorar. No hay conversación inteligente, ni voluntad de entendimiento, ni ganas de dar ninguna solución: sólo postureo, apariencia, ejercicios de ficción política para mantener las posiciones y darle su cuota de propaganda al electorado. Pasto de baja calidad y mi sospecha creciente de que faltan al respeto a la gente. Salir a los atriles y a los medios cada día para justificar el cargo y, sin tener nada nuevo que decir, alimentar la surrealista rueda del absurdo en la que han convertido la política castellano-manchega. Qué horror.
Y así siempre. Todavía hay partidos que en medio de este circo quieren ampliar los escaños en Gilitos y gastar aún más prosa y más recursos en este ruedo de la melancolía. Asombroso. Esta realidad resulta especialmente dolorosa en la noria de tragedia, dolor y muerte en la que andamos metidos desde marzo, y sólo puede causar desolación asistir una y otra vez al montaje de desencuentros y chillidos y vuelta a empezar. Este numerito en el que los partidos se han metido en bucle sin que se atisbe de momento un segundo reflexivo de quietud que pueda cambiarlo todo y traer algo de esperanza. Ayer, hoy, mañana: la maquinaria política de propaganda y vacío que no cesa, que no cambia, que se muestra irremediablemente desprovista de alguna solución. Increíble asistir eternamente a las mismas pautas, comportamientos y modelos tan viejunos, y que ni siquiera un pozo tan negro como al que estamos cayendo haga saltar alguna chispa de luz que, de pronto, lo cambie todo y empiece a verse vida inteligente por alguna parte. La vida pública regional: qué pereza, señor, qué pereza.
No voy a poner ni un solo nombre en este comentario, allá cada cual con los suyos. Pero una pregunta me ronda la cabeza después de las tozudas guerrillas de las últimas semanas en mitad del huracán: ¿tan difícil es encontrar una hora y un lugar, citarse, hablar abierta y honestamente y encontrar los acuerdos necesarios para salir juntos de esta monstruosa crisis? ¿tan complicado es hacer algo tan bueno y ejemplar? ¿no les pagan para eso? Ahora sólo hay un objetivo: salvar a la gente, reconstruir la economía y la sociedad y ofrecer soluciones de futuro y esperanza. No se trata de la carrera política de nadie, ni de la moqueta oficial, ni de la batallita partidista: se trata de todos nosotros y de que los líderes que hemos elegido ejerzan como tales. Y lo hagan con grandeza, con honradez, con la mirada buena y limpia. Nada más que eso. ¡Por favor!