La pandemia ha puesto a prueba nuestra capacidad para instaurar el teletrabajo de manera obligada y a prisa en un momento de alarma y emergencia sanitaria; una herramienta laboral, que tendremos que ser capaces de aceptar como un modelo más en nuestras relaciones laborales a partir de ahora.El teletrabajo requiere regulación normativa para asegurar su efectividad y garantizar las ventajas que conlleva, prestando especial atención al impacto que el teletrabajo pueda tener para las mujeres que posiblemente lo asuman de manera mayoritaria, sumado a los trabajos de las tareas del hogar y cuidados de menores, mayores y personas dependientes.
No es nuevo afirmar que la crisis sanitaria del coronavirus nos ha enfrentado a la realidad de la enorme precariedad que existe en cuanto a medidas de conciliación real de la vida laboral y familiar en las empresas.
El cierre de centros educativos, centros de mayores, centros de día, centros ocupacionales, etc. durante el estado de alarma, y la paulatina incorporación de las personas trabajadoras a sus centros de trabajo durante el transitar por las distintas fases del proceso de desescalada, ha dejado en evidencia los enormes problemas y la gran preocupación que para las familias supone la falta de conciliación de la vida laboral y familiar.
Una situación que ha forzado a muchas personas, de manera muy mayoritaria mujeres, a reducir o adaptar sus jornadas laborales para asumir el trabajo de cuidados. Una realidad que se repite de crisis anteriores y que amenaza con agrandar las brechas de género ya existentes desde antes de esta pandemia.
El teletrabajo ha sido la principal novedad en cuanto a la modalidad de nuestras relaciones laborales, imprescindible para no frenar la actividad económica en los momentos más restrictivos del confinamiento, para la prevención frente a los contagios del virus y a la vez una medida que ha permitido la conciliación de la vida laboral y personal, -no sin dificultades-, en muchas ocasiones, por cuestiones como problemas para compatibilizar los distintos espacios personales de las facetas profesionales y familiares, las dificultades técnicas por falta de espacios adecuados y suficientemente aislados, carencia de dispositivos o falta de conexión a internet.
La pandemia ha puesto a prueba nuestra capacidad para instaurar el teletrabajo de manera obligada y a prisa en un momento de alarma y emergencia sanitaria. Una herramienta laboral que tendremos que ser capaces de aceptar como un modelo más en nuestras relaciones laborales a partir de ahora, pero que requiere regulación normativa para asegurar su efectividad y garantizar las ventajas que conlleva, prestando especial atención al impacto que el teletrabajo pueda tener para las mujeres que posiblemente lo asuman de manera mayoritaria, sumado a los trabajos de las tareas del hogar y cuidados de menores, mayores y personas dependientes.
Nos encontramos ante un reto importante: conjugar el teletrabajo con la conciliación de la vida laboral y familiar, de modo que permita a hombres y mujeres su desarrollo profesional y personal, teniendo en cuenta que partimos de una situación pre-pandemia en la que la conciliación real y efectiva ya era precaria.
Es importante la responsabilidad de todas las partes involucradas, políticas adecuadas, empresas responsables con la igualdad, una implicación más activa de los hombres en las tareas de cuidados y el establecimiento de mecanismos efectivos que a largo plazo sienten las bases de una sociedad más igualitaria, con un sistema efectivo de mecanismos que permitan tanto a mujeres como a hombres acceder al mercado laboral en igualdad de condiciones y sin perjuicio de sus obligaciones familiares.
Rosario Martínez. Secretaria de Mujeres e Igualdad de CCOO CLM