Hechos son amores. Algunas reflexiones sobre un alimento como es el vino
Que España es una potencia mundial en el mundo del vino es algo objetivo e innegable. Que en la propia España no se apoya ese mundo del vino es algo sabido y manido. Qué cosas. ¡El mundo al revés!
Según los datos publicados, la importancia económica y social del “sector” vitivinícola en España representa en todas sus ramas el 1,5% del PIB nacional.
Además, es intangible la valoración medioambiental y la ayuda a la sostenibilidad y renta poblacional que las plantaciones de viñedo y la industria vitivinícola que las rodean suponen para nuestro país en un entorno en el que cada vez más se utilizan expresiones como la “España vaciada”, “calentamiento global” y “cambio climático”, “fijación de población”…
Es innegable que el cultivo del viñedo es, también, uno de los últimos recursos, entre otros, que permiten que España pueda ser considerada como la primera barrera europea frente a la desertización que nos acecha.
El vino está considerado como un alimento que forma parte de la pirámide de la “dieta mediterránea” considerada como un patrón alimentario que se complementa con la práctica de ejercicio físico y que tiene múltiples beneficios y ventajas para nuestra salud, y ello pese a que se trate de una bebida alcohólica que también forma parte indisoluble a nuestra cultura y a las tradiciones españolas festivas, familiares y rituales.
En el capítulo XIII de la segunda parte de “El Quijote”, publicado en el año 1605, ya encontramos la que podía ser considerada como una de las primera catas de vino realizadas por los “mojones” (hoy enólogos) de entonces. Hierro y cuero en el vino. Ya ha llovido, o menos.
Pero tal contenido en alcohol ha supuesto que en España, y con la legislación actual, la publicidad y comunicación comercial en televisión del vino esté vetada, de manera que de forma directa se impide que ese 1.5% del PIB español pueda presentar y exteriorizar a los espectadores y a las audiencias de televisión sus productos ante la limitación horaria existente, con la consideración de que esa publicidad y comunicación comercial supondría un fomento para el consumo de alcohol entre menores de edad, o un uso inapropiado en situaciones no compatibles en general con el consumo de alcohol, como puede ser la conducción de vehículos.
Veto que, al contrario, no ocurre con otros alimentos que, careciendo de alcohol, sí que pueden ser publicitados sin tal limitación y que paradójicamente pueden resultar mucho más perjudiciales para nuestra salud y para tales menores de edad y que, al contrario, no forman parte de esa pirámide y patrón alimentario antes dicho. Es incoherente.
Planteemos alimentos y productos con alto contenido en grasas saturadas (grasa “mala”), que podemos encontrar en carnes y lácteos (leche entera, mantequilla,…), tartas, galletas, pizzas… que nos inundan diariamente en términos publicitarios y comerciales. Y frente a estos y pese a ello… no pasa nada. Son permitidos y autorizados aunque su consumo pueda suponer un mayor índice de colesterol LDL (el “malo”) y un riesgo directo para la causación de enfermedades relacionadas con nuestras arterias y con nuestro corazón. No es entendible, al menos para el que esto suscribe.
Este estado legislador, intervencionista e injerente, nos dice y nos impone qué es mejor para la alimentación de los ciudadanos y nuestra libertad de elección y, obviando la responsabilidad personal de los mismos, nos dice y nos asigna las pautas a seguir por nuestra parte en este aspecto alimentario y cultural.
Es paradójico. Los titulares de explotaciones agrarias vitícolas se encuentran afiliados en gran medida al Régimen Especial de Trabajadores Agrarios. Los empresarios autónomos de España, que están resultando los grandes perjudicados en esta penosa situación que vivimos y que no tiene a corto plazo visos de solución, vemos cómo es el Estado quien limita sin reparo nuestra autonomía también en este aspecto.
En los fatídicos botellones, alentados, permitidos y consentidos durante gran tiempo, pocas botellas de vino veríamos. No encontraremos allí un vino de crianza de 12 meses en barricas de roble, con 13 grados de alcohol, con aromas a fruta negra, tostados y monte bajo.
Si los “hechos son amores”, y hay (estoy convencido) que reescribir y reordenar este Estado fallido (en muchos aspectos), apoyar el emprendimiento, la productividad, la recuperación económica, con un anuncio sin limitación de una botella de vino en televisión podría representar un estímulo a todo ello, apelando y contando con la propia y personal responsabilidad de quienes lo disfruten (que no lo consuman) en el absoluto contexto del disfrute con moderación de ese alimento maravilloso que es el vino.
Es imparable en el tiempo venidero la presencia de las redes sociales a través de las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC´S) donde encontramos sin tales intromisiones cualquier página, chat, blog, grupo… donde se escribe sin rubor de vinos y donde se expone el producto y se divulgan las intenciones del productor, del elaborador o del comercializador de tal alimento.
No se hace daño a nadie. En este momento estas tecnologías no han sido aún intervenidas. Por lo que aprovechémonos de las mismas y de “sus buenas razones”. Es sentido común del que carecen nuestros legisladores, pasados y presentes.
Ángel Ramírez Ludeña. Secretario General de la Academia de Gastronomía de Castilla La Mancha